Una retrospectiva en el décimo aniversario del 15-M.

Entendimos muy rápido que en lo que más se parecía el 15-M a las casetas de campaña en las plazas era en la ausencia de cimientos.

A nadie se le escapa que mayo del año 2011 fue un punto de inflexión para varias generaciones. Aquella sociedad apática ante cualquier eventualidad política, desconectada de las luchas sociales, pareció tornarse en otra cosa. Algunos llegamos a decir que regresaba el espíritu de mayo del 68. Pero todo fue temporal.

Motivados por el libro publicado el año anterior con el título “Indignaos” por parte de Hessel (1917-2013), en muchísimas capitales comenzaron a organizarse lo que sería el germen de la manifestación de la plataforma “¡Democracia real YA!”, que protestaría bajo el lema “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. De todo aquello, y tras eclosionar en Sol (Madrid) el fenómeno, comenzaron a arremolinarse personas alrededor de plazas principales en muchas poblaciones con el fin de extender su protesta más allá de una manifestación concreta.

Fueron personas con orígenes distintos, de generaciones dispares, con motivaciones diferentes pero con la idea del cambio en la mente. De ahí surgieron los primeros intentos de organización asamblearia, los medios de comunicación cada vez estaban más interesados en el fenómeno (ya para condenarlo, ya para apoyarlo), y se fueron definiendo lo que parecía que serían, sin límite de tiempo, las reclamaciones de aquellos que tornaron en llamarse “los indignados”.

Y sin embargo…

Las acampadas terminaron. Las acciones de protesta fueron perdiendo protagonismo en beneficio de las asambleas ciudadanas, que acabaron sustituyéndolas. Pero esa ausencia inicial de líneas comunes acabó siendo uno de los principales problemas para la supervivencia del movimiento. Si nos permiten utilizar una metáfora, entendimos muy rápido que en lo que más se parecía el 15-M a las casetas de campaña en las plazas era en la ausencia de cimientos.

No ocultamos nuestro pesimismo. No con este fenómeno únicamente, sino con otros antes muy estudiados y analizados desde el ámbito de la politología y la sociología como mayo del 68, hemos comprobado que sin unos pilares firmes y una hoja de ruta bien definida, la fuerza se pierde en el vacío, como el martillo que golpea el aire sin encontrar al escoplo en su trayectoria. Y a pesar de rechazar la presencia de partidos políticos, no solo es que fuese una constante desde el inicio (que también, y no por esto lo consideramos taxativamente negativo), sino que acabó engendrando algunos nuevos.

Nos vais a permitir que analicemos algunas de las reivindicaciones más famosas, quizá el tronco principal del movimiento de los indignados, y es ahí donde vamos a comprobarlo:

En lo que a la política respecta, se pretendía cambiar la Ley Electoral y las circunscripciones a fin de dotar a la representación política de mayor realidad e igualdad, permitiendo un mayor flujo de acuerdos y pactos, repartiendo el juego. En fin: acabar con el bipartidismo PP-PSOE. No se puede negar que nacieron nuevos partidos como el Partido X o Podemos (con Pablo Iglesias a la cabeza, nos atrevemos a afirmar que fue el que mejor capitalizó el movimiento 15-M).

¿Realmente la entrada de nuevos partidos políticos ha cambiado algo? No. Solo dotó de un mayor trasvase interno de votos dentro de lo que han venido a llamarse los bloques de la derecha y la izquierda, pero la fluctuación entre los mismos no se llegó a dar nunca, por lo que todo siguió igual, solo que con un mayor entramado de intereses y una mayor inestabilidad institucional a todos los niveles del estado. Y ni qué decir que Podemos acabó tornándose en un grupo político con un liderazgo unipersonal de Iglesias, que acabó por desintegrarlo en muchas zonas de España y por arrastrarlo hasta su suelo electoral.

Respecto a los privilegios de los políticos (léase pagas vitalicias, puertas giratorias y prebendas), poco hay que decir: todo sigue igual. Y algunos de los líderes que nacieron de ese 15-M, como el mismo Iglesias, acabaron por asimilarse a lo que se llama “la casta”. Vinieron a cambiar todo para que nada cambiase al final. Quítate tú, para ponerme yo. Y volverá el bipartidismo (solo hay que fijarse en los resultados electorales de los últimos comicios madrileños).

Si nos situamos ahora en las reivindicaciones económicas, las entidades bancarias y las grandes corporaciones siguen actuando como antes de 2011. Los desahucios siguen produciéndose. Las condiciones laborales no han mejorado, porque ni se han creado las condiciones, ni llegó nunca a concretarse nada, siempre con la vigilancia de la Unión Europea sobre nuestras reformas laborales.

Muchas propuestas que acabaron diluyéndose en una cantidad incontrolable de frentes abiertos sin fechas concretas, que se dotaron de forma constante de un número mayor de luchas paralelas y reivindicaciones “de frontera” que acabaron por diluir el tronco principal del que todo pendía: la reivindicación central y original. Está probado que la ocasión se perdió aunque fue aprovechada por muchos para potenciar su imagen política a nivel estatal vendiéndose como un modelo nuevo de político que venía a revolucionar la gestión de los asuntos públicos. Por lo menos alguien se aseguró de mejorar sus condiciones de vida. No hay más que ver los periódicos.

A diez años, solo queda decir que los que estuvimos allí hicimos lo que en ese momento consideramos que teníamos que hacer. Otra cosa es que no nos guste el resultado.   

 

Más sobre el 15-M en La Estirpe del Lobo.

 

Fuentes de las fotografías:

1.- www.elmundo.es

2.- www.elpais.com

1 comentario en «Una retrospectiva en el décimo aniversario del 15-M.»

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