Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – (21/01/2021)
Uno de los grandes cuadros de toda la historia es también uno de los más misteriosos y enigmáticos de todos los tiempos. Parece hecha para que discutamos sobre ella durante siglos, especulando acerca de las intenciones del autor en esta obra.
Si durante siglos se ha discutido y seguiremos discutiendo acerca de los misterios que encierran las obras de Da Vinci, los mensajes escondidos en el “Jardín de las Delicias” del Bosco o el enigmático Et in Arcadia ego, de Nicolas Poussin, el gran pintor del barroco francés. Nuestras famosas “meninas de Velázquez” no se quedan atrás. Es una obra tan sublime como enigmática. Parece hecha para que discutamos sobre ella durante siglos, especulando acerca de las intenciones del autor en esta obra. Un cuadro que desarrolla un juego entre la ficción y la realidad, que cuanto más se observa y analiza, mayor fascinación genera y más preguntas se acumulan.
Los reyes en el espejo.
Velázquez pintó a los reyes Felipe IV y Mariana de Austria en un espejo al fondo de la sala. Por la perspectiva, da la impresión que los reyes, padres de la princesa doña Margarita, protagonista del cuadro, parecen encontrarse en el lugar que ocupa quien contempla el cuadro. De ser así, estarían observando la evolución de la obra. También cabe la posibilidad –que han apuntado algunos estudiosos de la obra –, que los reyes entraran en la sala y sorprendiendo a todos los presentes. Momento que Velázquez decidiría inmortalizar en su cuadro. Recordemos que los personajes parecen levantar la mirada y observar algo que sucede frente a ellos. Es esta reacción tan humana una de las características del cuadro, dotado de un dinamismo que parece más un fotograma que un cuadro en sí mismo.
Se trata de un juego de perspectiva que rompe con las reglas tradicionales del arte.
Quizás nunca sepamos los motivos de ese reflejo, pero constituye un ejemplo vanguardista de un cuadro dentro de otro cuadro. Toda una genialidad que no hace sino agrandar la figura del gran Don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.
Se trata de un juego de perspectiva que rompe con las reglas tradicionales del arte. Siempre estamos acostumbrados a observar una obra de arte desde el punto de vista del autor, desde el lugar en el que el pintor “observaba” la escena. Aquí, vemos al pintor, vemos a los retratados, e incluso reflejos de otros personajes que no están la perspectiva normal del observador, sino que incluso comparten con él la misma perspectiva. Se trata de uno de los logros más magistrales de la historia del arte y de un auténtico rompecabezas de perspectivas.
Los personajes del cuadro.
Y he aquí un nuevo misterio entorno a un cuadro, las Meninas, que nunca se llamó así. En realidad, el cuadro fue bautizado por Velázquez como “La familia de Felipe IV”. Cuestión que nos genera muchas dudas ante el elenco de extraños personajes que rodean a la infanta doña Margarita, quien luce un exuberante vestido color crema y su cabello dorado y mejillas rosadas parecen brillar. Se trata de uno de los pocos elementos luminosos de la obra, por lo demás, bastante oscura.
La sala es el estudio de Velázquez en el Real Alcázar de Madrid, fortaleza convertida en palacio donde vivía el rey con su familia, protagonista de la obra, pero rodeada de variopintos personajes: una monja que parece discutir con un soldado, una enana, un bufón y el propio artista, pintando sobre un lienzo que nos da la espalda. ¿Qué está pintando? ¿La obra que contemplamos? ¿Otro cuadro? ¿Quizás el retrato de los reyes que aparecen reflejados en el espejo? Un misterio que probablemente nunca podamos resolver y que despierta la curiosidad y genera diferentes teorías. Pero lo cierto es que no sabemos qué está pasando ni qué es lo que congrega a esta variedad de personajes en el mismo lugar, y mucho menos, que está realmente pintando Velázquez en el lienzo.
La Cruz de Santiago.
En el cuadro, Velázquez luce una Cruz de la Orden de Santiago en su pecho. Este detalle ha generado mucha controversia acerca de la datación de la obra. Para la mayoría de los estudiosos, el cuadro fue pintado en el año 1656. Teniendo en cuenta que la doña Margarita nació en 1651, la edad que representa en el cuadro encajaría perfectamente. Sin embargo, a Velázquez se le otorgó el título de caballero en 1659. ¿Fue un añadido posterior? No lo parece. Los estudios realizados no indican que existan dos capas de pintura diferentes. Es decir, la Cruz de Santiago en el pecho de Velázquez fue pintada desde el principio. ¿Un error de datación? ¿Puede tratarse de una segunda versión del cuadro? De ser así, ¿dónde está la primera? ¿Acaso Velázquez ya conocía las intenciones del monarca y comenzó a vestir a aquellos ropajes, reservados para los miembros de la Orden de Santiago? Más preguntas que quizás jamás lleguemos a responder de modo convincente.
La disposición de los personajes dentro de la obra.
Algunos estudiosos de la obra han considerado que la disposición de los distintos personajes dentro del cuadro no es casual, ni obedece exclusivamente a cuestiones de índole artística o técnica, entre las que encontraríamos el juego de perspectivas al que hemos hecho alusión. También, la obra, tendría una interpretación astronómica, pues la obra dispone a los personajes centrales de la composición en relación directa a las estrellas que forman la constelación Corona Boreal. Además, trazando un círculo entre estos personajes y añadiendo líneas hacia los personajes secundarios se obtendría el signo de Capricornio, que era el signo zodiacal de la reina Mariana de Austria. Incluso, la luz que se filtra por la ventana parece corresponder a la posición del sol respecto a la estancia palaciega usada por el pintor como taller en el mes de diciembre. En concreto, buscaría representar la luz el día 23 de diciembre de 1656, fecha del quinto cumpleaños de la infanta Margarita.
Recordemos que la mitología griega narra dos versiones del mito de esta constelación. En la primera, Ariadna, hija del rey Minos, de Creta, rechaza a Dionisio porque lo cree mortal y no quiere volver a casarse con un hombre después de ser abandonada por Teseo. Es entonces cuando, en prueba de amor y divinidad, Dioniso lanza su corona a los cielos creando la constelación Corana Boreal o Borealis. Tras este hecho, Ariadna decide casarse con Dionisio y alcanza así la inmortalidad. En la segunda versión, Ariadna, tras estar casada el resto de su vida con Dionisio, muere y el marido apenado lanza la corona a los cielos creando la famosa constelación. Zeus, más tarde, diviniza a Ariadna.
Esta alusión a la mitología ofrece una interpretación de la obra totalmente distinta en la que Velázquez establecería una identificación de Felipe IV con Minos y de la infanta Margarita con Ariadna.[1] O quizás, simplemente, nos hablaba de la inmortalidad alcanzada por el hombre gracias al arte.
La sección áurea también estaría presente en la obra, pues la composición sería también organizada por Velázquez siguiendo lo que se denomina la “Espiral de Durero”. Esta sección áurea, espiral áurea o número áurico se considera el número perfecto, el número de la naturaleza, presente en infinidad de ejemplos, desde la disposición de los pétalos de una flor a La distancia entre el ombligo y la planta de los pies de una persona, respecto a su altura total. Un número relacionado con los sólidos platónicos y con la cuadratura del círculo.
Sin duda, podríamos continuar discerniendo muchas de las complejas relaciones e interpretaciones que podemos dar a esta obra, narrando la historia del cuadro y de quienes más lo han estudiado, como Antonio Palomino[2] o el hispanista estadounidense Jonathan Brown, considerado la máxima autoridad mundial en la obra de Velázquez. Pero preferimos que el lector, si siente la misma genuina curiosidad que nosotros, indague por su cuenta y llegue a sus propias conclusiones.
Con este pequeño artículo-homenaje al gran Velázquez, sólo hemos querido demostrar que el misterio no está sólo en sucesos inexplicables o aterradores. En muchas ocasiones, el misterio está en la genialidad del hombre, en este caso, de un hombre y un pintor inigualable. Y es que el misterio, como la belleza, está en los ojos de quien mira y es capaz de sorprenderse con el espíritu de un niño que descubre el mundo.
Notas al pie:
[1] Una de las muchas corrientes interpretativas de la obra de Velázquez plantea que en este cuadro, el genial pintor, también quiso plasmar muchas de sus inquietudes literarias y científicas. Sabemos que en su abundante biblioteca, además de los clásicos griegos, poseía un volumen titulado Suma astrológica, de Antonio Nájera, además de poseer tres anteojos para contemplar las estrellas. Por lo que la interpretación simbolista-astronómica de la pintura no es descabellada, sino bastante plausible.
[2] Pintor y tratadista cordobés nacido en 1655 y fallecido en 1726, a quien debemos la datación de la obra más aceptada por la crítica.
Fuentes de las fotografías:
Hola, te corrijo:
22 de diciembre, día del cumpleaños de la reina Mariana de Austria.
Y lo que se denomina actualmente la Espiral de Durero de Las Meninas pertenece a un capítulo de mi investigación sobre esta obra maestra.
Bueno, decirte que compartimos gustos, y que hay que ir de caza con buen arco de buenas tripas y madera mejor.
Un saludo.