Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – (08/04/2021)
Antiquísima devoción abderitana, presente también en muchos otros pueblos de la geografía española y que entronca con ancestrales cultos a los antepasados. Adentrémonos en los misterios de las ánimas benditas del purgatorio.
Cuenta la leyenda, que sobre la media noche, las Ánimas Benditas salen en procesión[1] desde la ermita ubicada en la Rambla de las Cruces y recorre la zona del casco antiguo de abderitanos.
Cientos de personas rezan a diario a las ánimas benditas, ponen velas peticionarias o dejan ramos de flores para agradecer algún favor concedido.
Los orígenes de esta devoción popular hay que buscarlos en la Edad Moderna, concretamente en el Concilio de Trento, aunque para muchos estudiosos y folcloristas, la decisión de reconocer el culto a las ánimas benditas sólo vino a institucionalizar un culto a los ancestros que se había ido progresivamente cristianizando. Y es que fue el citado concilio, en 1545, quien resolvió una duda que llevaba siglos discutiéndose en la cristiandad: ¿dónde iban las almas de quienes no habían sido tan malos como para ser condenados al infierno, pero tampoco tan buenos como para entrar en el cielo? Es decir, donde iban a parar la mayoría de las almas de los difuntos, pues la mayoría no somos ni ángeles ni demonios, sino caracteres intermedios, sometidos tanto al pecado como al propio error.
La decisión del Concilio de Trento vino a ratificar lo que mucha gente ya creía: la existencia de un lugar en el que las almas de los difuntos penaban temporalmente sus pecados y errores en vida hasta purificarse y poder acceder al cielo. Este lugar, el Purgatorio, era el lugar donde las almas de nuestros antepasados esperaban el fin de sus condenas, las cuales podían verse aliviadas si se rezaba y hacían ofrendas en sus nombres. La tradición popular, sin embargo, iba más allá, pues a estas ánimas les atribuían también poderes sobrenaturales o de intermediación con la Divinidad. Seguramente porque en realidad este culto estaba relacionado con los cultos a los antepasados, en especial a los cultos romanos a los manes[2], pero también al de otras muchas mitologías, como la eslava, la germana o la celta.
Estos cultos a las ánimas benditas prosperan rápidamente, pues en general sólo venían a oficializar algo que ya se practicaba en secreto en cada casa: el recuerdo y veneración de los antepasados, quienes, al encontrarse en un plano diferente al nuestro, podían lograr ayudar a los vivos orientándolos mediante sueños o incluso intercediendo por ellos para obtener algún milagro.
En Adra, esta devoción por las ánimas era tan popular que en el siglo XIX se creó una cofradía que se dedicaba a pedir limosna para el culto a estas ánimas benditas. Estos cofrades iban vestidos totalmente de negro y pedían puerta a puerta, no siempre de forma amable. Se dice que estos siniestros cofrades, cuando no recibían limosna, proferían todo tipo de maldiciones y amenazas que se ejecutarían desde el más allá por la falta de generosidad y respeto para con los difuntos.
Sin embargo, lo más interesante de este culto es su pervivencia aún en la actualidad. Son muchos los testimonios de vecinos que dicen haber visto o tenido algún tipo de hacer con las ánimas benditas. De hecho, la tradición es tan popular y actual, que aún hoy en día se dice que en Adra no hace falta reloj. Y es que basta con rezar a las ánimas para que ellas te despierten a la hora que deseabas o te recuerden cuando llegar a una cita a tiempo.
Existen tres ermitas dedicadas a las ánimas: la de La Alquería, edificada por los dueños de la fábrica de azúcar que había allí, de finales del s. XIX; la que regenta Manuel Fernández, un conocido vecino; y la de la Rambla de las Cruces, cuya historia también tiene que ver con el misterio y que es, sin duda, la más popular.
Esta ermita de la Rambla de las Cruces fue levantada por Doña Ana Espinosa, quien durante la Guerra Civil rezó a las ánimas benditas para que su padre y su hermano regresaran del frente sanos y salvos. Al ver concedido su deseo, comenzó a levantar el sencillo ofertorio con sus propias manos y ayudada por sus familiares. Hoy en día continúa en pie y es uno de los lugares donde más velas y flores se depositan a diario para pedir o agradecer algún favor.
En muchas casas de Adra –aunque hay que decir, que de toda la provincia de Almería y en otros muchos lugares de Andalucía y España– siempre están encendidas las populares “mariposas”, velas de oleo que quizás los más jóvenes no conozcan, pero seguro que también “iluminaron” las casas de sus abuelos. Estas velas se suelen encender en momentos especiales, por ejemplo, en la noche de difuntos, en el aniversario de algún fallecimiento, a comienzos de mes, etc. pero hay también quien procura que estén encendidas todo el año.
Sobre estas velas oleosas se cuentan también muchas historias, pues es habitual que si se está acabando el aceite (en realidad es una mezcla de aceite y agua a quien también algunos añaden esencias de olor), las propias ánimas se encargan de avisarte –a veces por tu propio nombre –para que asegures su “luz”. Incluso, en una ocasión me contaron cómo en una casa, sin saber muy bien cómo, se cayó el cuenco en el que estaban encendidas las velas y las ánimas despertaron a la familia para que corriera a la cocina (es el lugar habitual dónde se encienden) para evitar que un pequeño fuego que había producido se propagara por la casa. Y es que las ánimas velan por nosotros siempre que nosotros no olvidemos rezar por ellas y encenderles una vela de vez en cuando. O eso cuenta la tradición.
Notas al pie:
[1] Algunos la llaman la procesión del Santo Entierro y es la versión abderitana de la Santa Compaña.
[2] La religión romana, en gran parte, continúa siendo un misterio, pues existía –además de la tolerancia y pluralidad consustancial a una cultura politeísta –, dos tipos de cultos bien diferenciados: el culto público (que a su vez podríamos dividir en dos ramas diferentes: los cultos públicos en general y los cultos estatales o de carácter más político) y los cultos privados, celebrados en el interior de las familias. Recordemos que el pater familias es ante todo el responsable del vínculo entre los vivos y los ancestros, así como los vínculos con las deidades del lugar y aquellas que gobernaban ciertos aspectos de la vida cotidiana.
Los romanos tenían deidades casi para cualquier cuestión, por no decir para todas. Por ejemplo, existían deidades de la comida (Educa y Pontica, Diosas del comer), que protegían al niño en el camino a la escuela (la Diosa Iterduca) y para el camino de regreso de la escuela a la casa (la Diosa Domiduca), etc. Garantizar la bendición de estas deidades –erróneamente consideradas por muchos como menores –era función del pater. Especial relevancia tenían en estos cultos domésticos los lares (Dioses del lugar, aunque acababan por identificarse tanto con la familia que se les consideraban ancestros), los manes (manes significa en realidad “difunto” y puede ser empleado tanto en el sentido amplio como en referencia a los ancestros de una familia en concreta. En realidad, esta consideración es más propia de la perspectiva contemporánea que de la propia sociedad romana, pues ancestro era, en última instancia aquel con quien se tenía una vinculación tribal, no exclusivamente de consanguínea. Junto a estos surgen también los “penates”, originalmente genios protectores del almacén del hogar, que posteriormente se convierten en dioses de los hogares brindando protección a toda la casa e incluso al Estado (penates públicos ante los que juraban sus cargos los magistrados). También existían los llamados genios, que venían a ser protectores de las personas y los lugares, de modo parecido a la idea cristiana –que deriva de estas creencias –de los ángeles de la guardia. Aunque estos genios también protegían casas, comercios, calles, plazas…etc.
Fuentes de las fotografías:
1.- www.almeriaesbella.blogspot.com
2.- www.ecured.cu
Excelente.
Muchísimas gracias por su comentario. Nos alegra mucho que le haya gustado.