La Garduña.

La sociedad secreta española que dio origen a la Mafia.

Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – 01/10/2020:

Cuenta la leyenda que tres hermanos huyeron de Toledo tras cobrarse en sangre una deuda de honor. Aquellos hombres pertenecerían a una mítica sociedad secreta conocida como la Garduña. Sus nombres, Osso , Masstroso y Carcagnosso. Al menos, estos fueron los nombres que adoptaron al llegar a la isla de italiana de Favignana, donde residieron durante 29 años, 11 meses y 29 días. Durante ese tiempo desarrollaron la regla de la Garduña, el código por el que debían regirse todos los miembros de la organización criminal. Código que habría pervivido en la Mafia[1] italiana, pues aquellos hermanos, al final ya de su vida, se separaron para ampliar la red de la Garduña. Osso se estableció en Sicilia, donde fundó la Cosa Nostra o mafia siciliana. Mastrosso viajó a Calabria, donde creó la Ndrangheta[2]. Por último, Masstroso fundó la Camorra en Campania. ¿Quiénes eran estos tres míticos personajes y qué era realmente la Garduña?

Los Orígenes de la Garduña.

La Garduña surgió a finales del siglo XV o comienzos del siglo XVI como una sociedad o cofradía de malhechores, supuestamente amparada por la Santa Inquisición. Debería su nombre a un depredador nocturno, conocido por su sigilo, parecido a las comadrejas. Y su organización imitaría las cofradías religiosas de la época.

Para comprender la leyenda de la Garduña, debemos comprender el contexto social en el que se desarrolló. En 1476, Isabel la Católica creó la Santa Hermandad[3], que estuvo operativa hasta 1834 y constituye la primera policía nacional de España y posiblemente de Europa. La acción de este primitivo cuerpo policial sirvió para reducir mucho la criminalidad, lo que obligó a los delincuentes a organizarse y colaborar entre ellos para seguir con su forma de vida al margen de la ley. Así surgieron diferentes agrupaciones de malhechores por toda la geografía peninsular, cuya existencia acababa determinada por el grado de implicación de sus miembros y su capacidad de organización.

La literatura española del Siglo de Oro está plagada de referencia a estas “empresas del crimen”. El personaje literario más conocido es Monipodio, jefe de una de estas cofradía en la novela Rinconete y Cortadillo. Se cree que este personaje estaba inspirado en una persona real a la que Cervantes conoció en alguna de sus dos estancias en prisión.  Otras referencias nos hablan de la corporación de “jugadores de cartas” que existía en Zaragoza. Una organización criminal con el propósito de estafar a otros jugadores de azar y que había desarrollado un complejo sistema de ayuda mutua entre los miembros de aquel grupo, de manera que si alguno perdía su dinero, los demás le prestaban los recursos que necesitara hasta reponerse de su mala racha.

Paralelo a la aparición de estos grupos, tras la conquista del Reino de Granada, Isabel la católica expulsa a los judíos de España. Este acontecimiento supuso una auténtica diáspora, pues la presencia de los judíos en España data de época de los romanos y habían hecho de España su hogar, considerando a Lucena como la capital del judaísmo en el mundo. No es de extrañar, por tanto, que muchos sefardíes se resistieran a marcharse, viéndose obligados a abrazar el cristianismo. Surge así, también, una obsesión, prácticamente una histeria colectiva, para buscar y dar caza a los supuestos falsos conversos. Labor que recayó en la Inquisición.

 

La Garduña, que tendría como objetivo robar, extorsionar e incluso acabar con la vida de los supuestos “falsos conversos” y sus familias, a fin de que las propiedades, una vez la Garduña se había hecho con su parte en el botín, acabara en manos de la Iglesia y de ciertas familias nobles acaudaladas.

 

La Santa Inquisición, durante varios siglos, persiguió con saña a los supuestos falsos conversos. No obstante, no tenía toda la libertad de actuación que les hubiese gustado, pues en última instancia, las sentencias debían ser ejecutadas por los poderes civiles y estos no siempre estaban por la labor de colaborar con la Inquisición.  Muchos de aquellos acusados de costumbres judaizantes no eran otra cosa que médicos, farmacéuticos, matemáticos, comerciantes o abogados de la época, que en muchos casos tenían buena relación con las autoridades civiles y evitaban la acción del Santo Oficio.  Mucha gente envidiaba la posición social y económica de aquellos conversos. Razón por la que los delataban, acusándolos de falsos conversos, con el objetivo de apropiarse de sus bienes.

Pero pesar de la obstinación de la Iglesia por fomentar la delación y condenar a los acusados con el propósito de adueñarse de sus bienes, muchos lograban escabullirse de las garras del Santo Oficio. A veces, incluso con la ayuda del poder civil.

Es aquí donde entraba en juego la Garduña, que tendía como objetivo robar, extorsionar e incluso acabar con la vida de los supuestos “falsos conversos” y sus familias, a fin de que las propiedades, una vez la Garduña se había hecho con su parte en el botín, acabara en manos de la Iglesia y de ciertas familias nobles acaudaladas que  vieron en el Santo Oficio y en la Garduña una manera de enriquecerse.

Esta vinculación con la Iglesia católica y algunas familias nobles habría sido clave en la impunidad con la que habrían actuado durante siglos y la propia estructura de la sociedad secreta.

La Organización de la Garduña.

Al frente de la Garduña se cree que existía un grupo de Superiores Desconocidos que serían quienes realmente daban las órdenes más importantes y dirigían la organización. Este grupo selecto de dirigentes era sólo conocido por el Hermano Mayor, que tenía como asistente a un Teniente Mayor y Capataces en las principales ciudades. Como se puede apreciar, la organización era muy similar a la de cualquier Cofradía religiosa de la época.

 

Se cree que existía un grupo de Superiores Desconocidos que serían quienes realmente daban las órdenes más importantes y dirigían la organización. Este grupo selecto de dirigentes era sólo conocido por el Hermano Mayor.

 

Los capataces, a su vez, tendrían a su cargo a un grupo bien especializado de malhechores, que recibían los siguientes títulos: punteadores, en el caso de los asesinos; y floreadores en el caso de los ladrones. Como asociados a la banda, encontraríamos a un nutrido grupo de “soldados”, no enteramente integrados en la hermandad, pero que respondían ante ella de sus fechorías. Estos serían:

  • Soplones: en su mayoría mendigos y en algunos casos personas mayores o con alguna enfermedad, que informaban de las posibilidades y las opciones para robar.
  • Chivatos: personas de mejor posición social que estaban infiltrados en varios estamentos (en especial en la Santa Hermandad) con el objetivo de lograr información que pudiese ser aprovechable.
  • Coberteras: se dedicaban a la compra y a la venta de productos robados.
  • Sirenas: las sirenas eran prostitutas, chicas de la organización que les servían para sacar dinero y mucha información.

Se dice que todos los miembros de esta sociedad tenían en la palma de su mano tatuado 3 puntos. Símbolo de reconocimiento entre los miembros de la Garduña que se habría conservado en sociedades criminales como la Camorra italiana.

El fin de la Garduña.

Durante siglos, la sociedad habría sobrevivido en la clandestinidad gracias a la extraordinaria discreción de sus miembros y al hecho de no dejar nunca ningún escrito. Sin embargo, a comienzos del siglo XIX, la vanidad de uno de sus capataces, en concreto Francisco Cortina, que decía de sí mismo ser el Hermano Mayor de la Garduña en Sevilla,  le habría llevado a escribir el llamado Libro Mayor narrando sus actividades en tono heroico. El libro habría sido descubierto en 1821 en la  propia casa de Francisco Cortina, al ser éste arrestado bajo acusación de asesinato por el oficial de cazadores Manuel de Cuendías. Gracias a ese hallazgo, al parecer, se pudo perseguir y desmantelar toda la sociedad secreta.

 

La vanidad de uno de sus capataces, en concreto Francisco Cortina, que decía de sí mismo ser el Hermano Mayor de la Garduña en Sevilla,  le habría llevado a escribir el llamado Libro Mayor narrando sus actividades en tono heroico.

 

Francisco Cortina fue juzgado y condenado a morir en la horca junto a varios lugartenientes de la Garduña, hasta un total de dieciséis. La ejecución tuvo lugar en la Plaza Nueva de Sevilla el 25 de noviembre de 1822.

Se desconoce el final del resto de la organización, aunque se cree que huyeron a Italia donde se integraron en la mafia, la sociedad hermana. Algunas versiones sitúan a los tres hermanos toledanos que fundan las mafias italianas en esta época, pero no es plausible.

Otros plantean la posibilidad de una pervivencia en el Caribe y en Filipinas, desde donde habrían influido en la piratería e incluso en la yakuza japonesas y en las triadas chinas, aunque nuevamente nos encontramos sin argumentos serios que sostengan esta hipótesis.

La Regla de la Garduña y el Libro Mayor.

La famosa Regla de la Garduña constaba de ocho grandes normas, que recuerdan la famosa omertá o código de honor de la mafia:

  1. Buen ojo, buen oído, buenas piernas y poca lengua.
  2. Recibir bajo protección a mujeres que sufran persecución por la Justicia.
  3. Los chivatos no podrán, en su primer año de noviciado, montar «negocios» por sí solos.
  4. Los punteadores se encargarán de los negocios de más cuantía.
  5. Los floreadores vivirán a costa de sus uñas con un tercio de sus negocios y dejarán algo para las ánimas del Purgatorio.
  6. Los encubridores recibirán el diez por ciento de todas las sumas.
  7. Las sirenas se quedarán los regalos de los nobles.
  8. La regla máxima será: «Antes mártires que confesores».

La trasgresión de cualquiera de estas normas estaba penada con la muerte.

Respecto al Libro Mayor no hay dudas de su existencia real, pero lamentablemente sí de su contenido, dado que jamás se hicieron copias y el original se quemó en el incendio de la Audiencia de Sevilla de 1918, así como todas las pruebas que allí se guardaban y permitirían probar o refutar definitivamente la veracidad de la existencia de esta sociedad secreta. Para muchos, este incendio no vino sino a aumentar la leyenda entorno a esta sociedad secreta criminal.

La Garduña en la literatura y el cine.

Aunque no goza de la popularidad de la mafia italiana o la yakuza japonesa, la Garduña no ha estado ajena al mundo de la narrativa, que se ha inspirado en ella hasta tiempos muy recientes.

La Garduña aparece por primera vez  en el Tesoro de la Lengua de la Lengua Castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1673). No es el único lugar. En los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo de 1658 se lee que un cochero era «de los de la garduña», miembro de un gremio o cofradía de pícaros y ladrones. Alonso de Castillo Solórzano, titula La garduña de Sevilla (1642) a una novela picaresca protagonizada por Rufina, una ladrona y estafadora profesional. Desde el punto de vista de la crítica literaria, el término de la garduña se aplica sólo a Rufina, como metáfora de sus habilidades criminales. No obstante, en muchas otras obras se hace referencia a la organización de este tipo de delincuencia, como la mencionada Rinconete y Cortadillo o El Buscón de Quevedo, aunque en ninguna se llega a nombrar de forma abierta. Posiblemente, por dos razones principales. La primera y más obvia, es que en el caso de existir, hablar de ella sería peligroso, pues sus miembros podrían tomar represalias contra el desdichado que se le ocurriera destapar sus secretos. La segunda está relacionada con la mentalidad de la época, una mentalidad en la que estaba mal visto hablar de este tipo de temas, cuya mera mención implicaría un escándalo y la correspondiente reprobación social.

En épocas más cercanas encontramos la Garduña en la segunda temporada de La Peste, una magnífica producción de Movistar+ y una web serie llamada “La Garduña”, dirigida por Manuel Moreno y que recomendamos a todo el mundo, porque se trata de una de las web series españolas de mayor calidad y mayor reconocimiento internacional de la última década.

¿Existió realmente la Garduña?

Como hemos visto, la literatura española del Siglo de Oro y posterior está plagiada de referencias a grupos y cofradías, mejor o peor organizadas, de criminales, e incluso existen referencias explícitas a la Garduña en obras como la de Jerónimo de Barrionuevo, de mediados del siglo XVII. No se puede, por tanto, cuestionar la existencia de este tipo de proto-mafias u organizaciones delictiva bien estructuradas y asentadas en diferentes territorios. Sin embargo, de aquí a considerar como válido el relato legendario de la creación de la mafia o la existencia ininterrumpida de una “multinacional del crimen” que algunas fuentes datan del 1412, sin que hayan dejado ningún rastro hasta los juicios de Sevilla en el primer cuarto de siglo XIX, resulta difícil de corroborar.

Autoridades en la materia como León Arsenal, Hipólito Sanchiz y Fernando Prado[4], e incluso el gran Julio Caro Baroja[5], dudan de la existencia real de esta sociedad criminal. Incluso, los mencionados León e Hipólito señalan el origen del mito de la Garduña en una obra titulada Misterios de la inquisición española y otras sociedades secretas de España. Esta obra, publicada bajo pseudónimo en 1850, es la fuente de referencia de todos los estudios posteriores. A falta de poder citar o señalar archivos judiciales de Toledo y Sevilla (más allá del mencionado Francisco Cortinas), obliga a tomar este libro como referencia inexcusable en cualquier investigación. El problema es que el autor de la obra, que firmó con el pseudónimo de Víctor de Fereal, nos es también totalmente desconocido. Algunos han insinuado, aunque sin suficientes pruebas para considerar como irrefutable, que el autor fuera madame Suberwick. Esta mujer habría sido una viajera y aventurera que supuestamente recorrió España vestida como hombre. Sin embargo, también se duda de la existencia real de esta mujer, la cual se considera un pseudónimo del escritor Edgar Quinet[6] o incluso el propio Manuel Galo de Cuendías, el policía que atrapo a Francisco Cortinas.

De Cuendías sabemos que fue un liberal que defendía la libertad y la democracia en España y por eso se vio obligado a exiliarse a Francia. Etapa en la que se considera que pudo iniciar una singular carrera literaria mediante el uso de diferentes pseudónimos o escribir en colaboración de otros autores. Otros autores señalan a  Prosper Mérimée, el autor de Carmen[7], como posible escritor de la mencionada obra Misterios de la inquisición española y otras sociedades secretas de España.  Mérimée fue también un conocido liberal profundamente anticlerical, llegando incluso a escribir varias obras y panfletos anticatólicos.

Este baile de nombres y pseudónimos que ocultan la identidad de los verdaderos autores (cosa que también se explica por la situación política de la época. No olvidemos que Fernando VII resucitó la Inquisición), contribuyen también a considerar que la Garduña fue en realidad una invención romántica y liberal a propósito de la documentación encontrada a Franciso Cortina. Esta ficción buscaría demostrar que la Iglesia y el Estado habían colaborado para emplear a hombres fuera de la ley en su propio beneficio. Gracias a esto habrían llegado allí donde la ley y la propia reputación y buen nombre no les hubiera permitido.

Hay que decir, no obstante, que aunque la Garduña existiera o no con ese nombre, la hipótesis de lo que hoy llamaríamos “las cloacas del Estado”, no es tan descabellada como se supone. Y aunque en la actualidad se niega la existencia real de la Garduña, hasta tiempos muy cercanos, como bien señala el periodista especializado en  divulgación histórica Cesar Cervera, <<hasta hace pocos años, el debate se centraba en definir cuál fue su papel en la España de los Austrias, puesto que su existencia se daba por segura. Y es que para sostener la autoridad española en Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el Ducado de Milán se requerían aliados a todos los niveles. Por esta razón, su rol quedó vinculado al de organismo subterráneo al servicio de los virreyes españoles en Italia>>[8]. Constituyendo, en consecuencia, una cuestión abierta.

Posiblemente, la Garduña ni fue tan ficticia como algunos piensan, ni tan organizada, estructurada y vinculada a la Iglesia y el poder como defienden otros. Lo más seguro es que las organizaciones criminales sirvieran en la sombra al mismo poder que servían los Tercios, la Santa Hermandad o el Santo Oficio, solo que con estructuras mucho más pequeñas y autónomas que la imagen de multinacional del crimen que se pretende dar de la Garduña. Es, por decirlo de alguna forma, la sombra oscura del poder.

 

Notas al pie:

[1] El término Mafia tiene un origen muy discutido, para algunos proviene del término árabe mahya, aunque también es posible que tenga su origen en el término árabe mu’afah, o más probablemente en la expresión toscana maffia, que significa miseria. Hay otras teóricas que aseguran que se trata de un acrónimo cuyo origen estaría vinculado a la resistencia siciliana del siglo XIII ante Carlos de Anjou. Significaría Morte Alla Francia, Italia Anela o en Español: muerte a Francia, Italia Anhela o Viva.

[2] Ndrangheta es un término calabrés que significa hombría, coraje.

[3] La Santa Hermandad vistió un uniforme de mangas verdes, de donde viene la expresión “a buenas horas mangas verdes”, por la tardanza en llegar en la etapa final de su historia, cuando en el siglo XVIII inicia su declive.

[4] León Arsenal, Hipólito Sanchiz y Fernando Prado, Historia de las sociedades secretas españolas (1500-1936), Madrid, Sepha, 2006.

[5] Julio Caro Baroja, ‘Los papeles (falsos) de La Garduña’, en «Las asociaciones de malhechores», capítulo de Realidad y fantasía en el mundo criminal, Madrid: Centro Superior de Investigaciones Científicas, 1986.

[6] La probable identificación la hace Antonio Fernandez Navarro. Ver VV.AA. Andalucía vista con ojos de mujer. Estudio sobre testimonios de viajeras francófonas del siglo XIX. Sevilla, Diputación de Sevilla, 2015.

[7] Esta obra fue la que inspiró la conocida opera del mismo nombre de George Bizet.

[8] En ABC, 19/03/2015.

 

Bibliografía básica:

Victor de Fereal, Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretas de España, (con notas históricas y una introducción de D. Manuel Cuendias ; traducidas al español por D. Lucas Roado Brandaris). Buenos Aires, Editorial Milán, 1895. Puede consultarse libremente en CEU, biblioteca digital.

 

Fuentes de las fotografías:

Osso, Mastrosso and Carcagnosso

www.hidalgosenlahistoria.blogspot.com

www.wikipedia.com

www.elperiodico.com

www.portal.uc3m.es

 

 

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