José Martí y la masonería.

Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – 07/07/2022

Pocas figuras son tan relevantes y apreciadas en nuestra querida América hispanohablante que los hombres de quienes os venimos hablando éstas últimas semanas: Garibaldi, Bolívar y ésta semana, cómo no, José Martí. El gran José Martí, poeta, escritor, humanista, líder de la independencia de Cuba y referente moral y ético para toda América, fundó el Partido Revolucionario Cubano y es uno de los grandes iniciadores del modernismo literario en lengua española, con aportaciones tan interesantes como la revista La Edad de Oro, que fundó y editó durante su exilio en Nueva York. Porque José Martí, como todos los hombres de los que os hemos hablado, tenían una vocación universal que los llevo a conocer distintas culturas y países a lo largo del mundo.

José Martí, como no podía ser de otra manera, residió en España durante un periodo significativo de tiempo, donde vivió en varias ciudades, y sobre todo en Zaragoza, donde incluso colaboró con diferentes periódicos de la época, como el Diario de Avisos. Esto ocurrió tras cursar estudio de Derecho y Filosofía en Madrid y Zaragoza, después de haber participado como voluntario del ejército español en la Primera Guerra de Cuba, y antes de su periodo parisino.

Quizás a alguno le sorprenda saber que José Martí no nació revolucionario. Esto es algo que resulta casi absurdo mencionar, pero dado el crecimiento del fanatismo anti-ilustrado que estamos viviendo en España, con esos partidos políticos cristo-fascistas que nos quieren llevar a la senda de Hungría o Polonia y recortar nuestros derechos alimentando conspiraciones y odios, nos vemos obligados a aclarar obviedades. Los hombres nacen iguales y libres. Son las circunstancias históricas y el grado de evolución de su conciencia y desarrollo intelectual el que los moldea. Y José Martí es un claro ejemplo de ello.

Su vida adulta se inició luchando a favor de la Corona de España y contra la independencia de Cuba. No por obligación, sino por convicción, como voluntario. No obstante, años más tarde, a la par que crecía su bagaje intelectual y literario evolucionó hacia posiciones revolucionarias, donde la independencia de Cuba jugó un papel muy importante, pero como ocurría con otras personalidades de la época, no se limitaba a un chovinista intento de gritar “nosotros solos”. Al contrario, era una vía de emancipación universal, la victoria local de la libertad como paso a la victoria universal de la igualdad, la libertad, la fraternidad y el triunfo de la razón y la ciencia sobre el fanatismo y la superstición.

Zaragoza jugó un papel determinante en la conformación de su pensamiento. No olvidemos que aquella Zaragoza era un hervidero de ideas y propuestas en una sociedad española que bullía en enfrentamientos entre monárquicos y republicanos, en la que había surgido el carlismo, los movimientos cantonales y los incipientes movimientos obreros. Todo esto influyó en José Martí, convirtiéndolo en un revolucionario, no contra España o contra la corona, sino contra la tiranía. O lo que es lo mismo, a favor de la libertad de creer, de pensar y de amar. A favor de esas mismas cosas que ahora algunos nos quieren arrebatar.

Y tal fue su compromiso con los valores superiores del humanismo ilustrado, que lo pagó con su vida. José Martí murió en combate el 19 de mayo de 1895, cerca de Dos Ríos, en el sureste de Cuba.

Estos trazos biográficos acerca de la vida y obra de José Martí nos sirven para poner en contexto al hombre con la venerable Institución a la que perteneció desde muy joven y que muchos han querido negar.

En efecto, José Martí era masón. Y lo fue desde muy joven, como nos recuerda Fermín Valdés Domínguez en su escrito titulado Ofrenda de hermano, cuando reconocía que él y Martí visitaban frecuentemente una logia masónica: “Las noches las dedicábamos –en Madrid y en días de tregua en el estudio– a los teatros o a la logia masónica, aquella logia Armonía que presidía el General Pierrad o el músico notable Max Marchal en la que Martí era el Orador, lugar donde –semanalmente– nos dábamos cita todos los cubanos jóvenes que estábamos en Madrid, y a donde iban también muchos notables literatos y periodistas notables”.

Este es sólo uno de los muchos testimonios que tenemos acerca de la vinculación masónica de José Martí. Algo que también puede corroborar cualquiera que visite la hermosa isla de Cuba y en particular su capital, La Habana. Allí se encuentra el Museo Nacional de la Masonería, donde entre muchísimas otras cosas, encontrará los arreos y joyas masónicas que lucía José Martí en las Tenidas.

Pero sobre todo, basta acercarse a la obra literaria, política y poética de José Martí para comprobar que todo en ella es masónico.

Como ejemplo, podemos citar el maravilloso poema del libro Versos Sencillos, escrito en 1891, mientras residía “in tempore” en la ciudad de Nueva York.

Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo;
Cultivo la rosa blanca.

Cualquiera que éste familiarizado con el lenguaje simbólico de las Escuelas Iniciáticas Occidentales, y en concreto con la masonería, ve desde la distancia que es un poema masónico, dónde ya el primer verso: “cultivo una rosa blanca”, nos está avisando de su significado oculto a los ojos profanos.

El verbo cultivar hace alusión aquí a la perseverancia, cualidad cardinal masónica, que simboliza el arduo trabajo de perfeccionamiento interior del hombre, de sus virtudes y del esfuerzo para alcanzar el conocimiento. Usa cultivar y no sembrar, pues este último es alusivo más al acto de plantar, algo nómada y poco consecutivo en el proceso de crecimiento. Cultivar implica un estado de permanencia y compromiso, de cuidado y entrega, de perfeccionamiento. Es un acto extendido en el tiempo y en el caso de un masón este perfeccionamiento interior, este cultivo personal es para todo el resto de la vida terrenal. Martí, aunque habla del trabajo sobre sí mismo, alude al bienestar de sus hermanos, porque el trabajo personal de cada masón sobre “su piedra bruta” se realiza siempre para el bien común.

Además, el uso de la “rosa blanca”, que es uno de los emblemas del conocimiento y la pureza, nos refuerza en esta idea y nos recuerda que cuanto vamos a leer a continuación está escrito en un lenguaje que sólo los iniciados podrán comprender en su totalidad.

Pese a todo esto, a los testimonios, a la obra y pensamiento de José Martí e incluso a objetos masónicos que le pertenecieron, aún hay quien cuestiona que José Martí era masón porque, según dicen, no existe evidencia documental que lo pruebe. O dicho de otro modo, como no se ha encontrado su Acta de Iniciación, no se puede afirmar que sea realmente masón. Esto es tan absurdo como pretender negar a alguien haber nacido porque no se encuentre su Acta de Bautismo. Absurdo, pero vivimos en una sociedad absurda en muchos sentidos. Y uno de estos muchos absurdos nacen de la confusión entre la prueba y la evidencia. Y es que la evidencia no siempre es prueba, pero no por ello, como dice nuestro diccionario de la Real Academia de la lengua deja de ser una “certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar”. No obstante, cuando intereses ideológicos, políticos, económicos o religiosos se cruzan en el camino de la verdad, siempre habrá “académicos” que nieguen la evidencia. En éste caso, las muchas discusiones acerca de la filiación masónica de José Martí tienen que ver con el cariño y veneración que se le tiene en Cuba y toda Latinoamérica. A ciertos grupos religiosos radicales, en especial algunas corrientes fanáticas del catolicismo, les interesó sembrar la duda acerca de la condición de hermano masón de José Martí. Y durante casi un siglo se ha discutido acerca de esto.

Incluso ahora, cuando la inmensa mayoría de los estudiosos y biógrafos de la vida de José Martí coinciden en reconocer tanto su filiación masónica como el destacado papel que jugó la masonería en su vida y en su pensamiento, hay quien sigue negando la cuestión o le resta importancia.

Por nuestra parte no nos queda ninguna duda respecto a que José Martí fue masón -como también fue liberal y católico- y desde el Oriente vela por quienes luchan por la verdad y la libertad, no como padre, sino como hermano.

 

Fuentes de las fotografías: 

1.- www.gadu.org

2.- www.cibercuba.com

3.- www.cubasi.cu

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