Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – 29/09/2022
Esta última semana de septiembre traemos a este encuentro semanal con nuestros amigos de la Estirpe del Lobo a un personaje terrible del que nos han preguntado en varias ocasiones: Jack, “El Destripador”. Hemos elegido este momento por se el mes de septiembre un mes de especial importancia en todo lo relacionado con los crímenes de Whitechapel y en concreto una fecha: el 25 de septiembre de 1888, fecha de la primera carta atribuida al asesino apodado “El Destripador”, sobre nombre, que por cierto, se puso el mismo en la firma de una de sus cartas. Pero antes de entrar en esta cuestión debemos explicar el contexto de éstos asesinatos e intentar separar la historia de la leyenda que se ha ido forjando a lo largo del tiempo.
En primer lugar debemos recordar que Whitechapel, en el East End de Londres, era un barrio sobrepoblado al que estaban llegando desde comienzos de 1882 numerosos judíos de Rusia y el Este de Europa que huían de las persecuciones y la discriminación que estaban sufriendo en estos países. Es importante que comprendamos esto porque aquellas calles estaban demasiado acostumbradas a la violencia. Whitechapel había crecido a la sombra de las fábricas y la revolución industrial. No olvidemos que la época victoriana estaba caracterizada por la jerarquía social y un fuerte clasismo. Junto a la imagen que nos ha llegado de caballeros pulcramente vestidos y mejor educados cortejando a ricas y elegantes damas en los opulentos y refinados salones, legiones de obreros famélicos languidecían hasta morir en los suburbios, victimas del cólera, la tuberculosis, el tifus, la gonorrea, la violencia y la desnutrición. La llegada masiva de inmigrantes, primero irlandeses y después judíos, provocó una guerra étnica en las calles. La violencia estaba asociada tanto a la delincuencia como al odio racial y el antisemitismo.
Whitechapel, además, como prácticamente todo el East End, era muy conocido tanto por sus fumaderos de opio como por el gran número de prostíbulos y prostitutas que podías encontrar en sus calles. Según las estimaciones oficiales de la época, en 1888, en Whitechapel existían 62 burdeles y un número no inferior a 1.200 prostitutas en la calle.
Si todo esto no era ya suficiente, las tensiones sociales eran muy fuertes en la época. Las manifestaciones y huelgas se sucedían constantemente. No siempre eran pacíficas y en muchas ocasiones, mediara o no provocación por parte de los manifestantes, las represiones eran brutales, como el tristemente famoso Domingo Sangriento de 1887.
Todos estos datos nos ayudan a contextualizar los asesinatos y comprender por qué se hicieron tan famosos y generaron tantos mitos y leyendas alrededor de aquellos horribles crímenes.
Muertes violentas en Whitechapel las había todos los días. ¿Qué hacía diferente aquellos crímenes? En primer lugar, y quizás lo más relevante, el papel que acabó teniendo la prensa en toda aquella terrible historia.
La prensa enseguida se hizo eco de aquellos asesinatos. Tanto los periódicos progresistas como los medios conservadores llevaron la noticia a las portadas, aunque por razones diferentes. Los medios más progresistas y cercanos al movimiento obrero vieron un modo de criticar la ineptitud de la policía, de denunciar la corrupción del sistema y de ridiculizar a Scotland Yard. Muy famosas se hicieron las caricaturas en las que se veía a un policía londinense mirando la nada mientras varios rateros le robaban la cartera. Por su parte, los medios conservadores, consideraron que la sucesión de crímenes en Whitechapel confirmaba un postulado ideológico característico de la Era Victoriana: la pobreza y la degeneración moral iban de la mano. Y es que en la rígida e hipócrita sociedad victoriana, se consideraba que la ausencia de educación de las clases bajas, cuando no su propio origen, les provocaba una tendencia innata e irremediable hacia el mal, el vicio y la inmoralidad. Aunque resulte terrible decirlo, para ciertos medios de comunicación y sectores de la sociedad londinense de aquella época, que los pobres se mataran entre sí era lo más natural del mundo.
Hay que señalar también que la época a la que hacemos referencia fue la edad dorada de la prensa escrita y la ilustración, además del nacimiento del fotoperiodismo. De hecho, los cuerpos sin vida de las víctimas de Whitechapel se cuentan entre los primeros fotorreportajes de crímenes de la historia.
Todo esto contribuyó a construir un mito en el que incluso se llegaron a publicar asesinatos que jamás sucedieron. Es el caso del famoso crimen de Navidad, también llamado «caso de Fairy Fay», supuesto asesinato ocurrido el 26 de diciembre de 1887 y atribuido a Jack el Destripador. Sin embargo, este crimen, sencillamente, nunca existió. Las crónicas hablaban de una mujer asesinada con una estaca en el abdomen. Ningún registro de la época, ni policial ni hospitalario, refiere ningún asesinato de éstas características en esa fecha ni en días cercanos. Aunque el crimen contribuyó a agrandar la leyenda.
Algo parecido ocurrió con los asesinatos de New York, en concreto con el crimen de Carrie Brown de 24 de abril de 1891. En éste caso, la prensa y la sociedad también plantearon la posibilidad que fuera obra de Jack el Destripador. En especial ese tipo de prensa conservadora que vio en la inmigración irlandesa, también muy numerosa en EE.UU., el grupo social entre que sin duda esperaban encontrar al culpable. Se extendió así el rumor que el asesino había huido de Gran Bretaña ante el cerco policial y que había vuelto a retomar su actividad criminal en New York. Sin embargo, tanto la policía londinense como neoyorkina, descartaron desde el primer momento cualquier vínculo entre el asesinato de Carrie y los crímenes de Whitechapel.
Igual ocurrió con otros crímenes y criminales, como el asesino de los torsos. Y es que en la misma época, aunque menos mediático, también operó otro asesino serial al que jamás descubrieron y que se caracterizaba por descuartizar a sus víctimas y lanzar las extremidades al Támesis.
No vamos a entrar en los pormenores morbosos del modus operandi de los crímenes, sólo señalar que según el modo en el que se asesinó a las víctimas, la policía únicamente vinculó cinco asesinatos, los conocidos como “asesinatos canónicos”, para distinguirlos de los demás crímenes atribuidos a Jack el Destripador.
Estas víctimas fueron Mary Ann Nichols, encontrada a las 3:40 de la mañana del viernes 31 de agosto de 1888, en Buck’s Row, actual calle Durward; Annie Chapman apareció días después, el sábado 8 de septiembre, aproximadamente a las 6 de la mañana; Elizabeth Stride y Catherine Eddowes, cuyos asesinatos ocurrieron en la madrugada del domingo 30 de septiembre; y Mary Jane Kelly encontrada a las 10:45 de la mañana del viernes 9 de noviembre en su propia cama.
El asesinato de Rose Mylett y de otras mujeres hasta un número de once que formaron parte del expediente policial de Whitechapel nunca fueron atribuidos Jack el Destripador. La policía investigó si existía o no una relación entre estos crímenes, conocidos como los “crímenes del expediente” y el asesino en serie apodado Jack el Destripador. Sin embargo, descartaron ningún vínculo, en especial por los estudios forenses que se realizaron a las víctimas. Es decir, no habían sido asesinadas y mutiladas siguiendo el modus operandi de Jack.
Pero, ¿quién era Jack el Destripador? ¿De dónde viene su apodo? En realidad tiene su origen en unas cartas remitidas a la prensa por el propio asesino burlándose de la investigación policial y en particular la conocida como “Querido Jefe” que se recibió en la agencia de noticias británica Central News Agency el 25 de septiembre de 1888 y a la que hemos hecho mención al comienzo de nuestra historia.
Esta carta, escrita en tinta roja, que algunos aseguraron en su momento era la sangre de sus víctimas, estaba firmada por Jack the Ripper, Jack el Destripador. Nombre que desde aquel momento se le atribuyó en todos los medios de comunicación y que inauguró la costumbre periodística de apodar a todos los asesinos en serie. Fue ésta la primera vez que se hizo.
Se recibieron cientos de cartas parecidas, entre las que destacan también las conocidas como “desde el infierno” y “Saucy Jacky”. Por supuesto eran falsas. La propia agencia de noticias las consideró un bulo.
Las investigaciones posteriores en relación a ésta carta señalan a un periodista del periódico «The Star» llamado Federick Best, un conocido tabloide de la época. Los estudios grafológicos posteriores realizados también indican la coincidencia entre la grafía de la carta y los manuscritos de este periodista.
Todo esto nos invita a comprender mejor cómo se fraguó el mito y la leyenda alrededor de aquellos, por desgracia, nunca resueltos crímenes y como acabó impactando en las cultura popular. Baste recordar que en 2015 abrió sus puertas un museo dedicado a éste asesino en Londres y que desde hace casi un siglo se continúan realizando rutas turísticas por los escenarios de los asesinatos. Incluso el pub «The Ten Bells» tiene como principal atractivo y razón por la que siempre está lleno de turistas, ser el pub en el que la leyenda dice que acudía con frecuencia a beber y buscar clientes Mary Jane Kelly, la última de las victimas canónicas.
La iconografía actual asocia al asesino con un personaje de la aristocracia e incluso la familia Real Británica. De hecho, la imagen que nos han trasmitido literatura y cine nos habla de un hombre bien vestido, con sombrero de copa y elegante capa. Sin embargo, las descripciones de la época eran muy diferentes. La mayoría hablaban de un hombre mal vestido, incluso harapiento. Existe un único testimonio, que jamás se pudo corroborar pues los otros testigos lo contradecían, que afirmó que había visto a una de las víctimas acompañada de un hombre que parecía un caballero venido a menos.
Sin embargo, la idea de atribuir a un personaje rico y poderoso aquellos crímenes era demasiado tentadora como para dejarla ir. Aunque hay que decir que ésta cuestión no se insinuó con fuerza hasta pasados muchos años. Fue en la década de los años 20 y 30 cuando se fraguó y popularizó ésta idea. Numerosos directores cayeron en ésta tentación, incluido el gran maestro del suspense Alfred Hitchcock, quien dirigió una película titulada «The Lodger: A Story of the London Fog» (el huésped: una historia en la niebla de Londres), que se estrenó en 1927 y en España titularon como “El enemigo de las rubias”.
La teoría conspirativa de vincular a la familia real y a la francmasonería como encubridora del asesino nació del libro «Jack the Ripper: The Final Solution» (1976) de Stephen Knight. Una teoría que se popularizó aún con la prematura muerte del autor, que abandonó éste plano de existencia con apenas 34 años, que algunos vinculan con el hecho de haber destapado la conspiración. Lo cierto es que la desgraciada muerte de Knight se debió a un cáncer. A finales de los setenta le encontraron un tumor, aunque lo operaron y trataron satisfactoriamente, por desgracia, el tumor reapareció en 1984 y el escritor e investigador falleció unos meses después, en julio de 1985. Alan Moore y Eddie Campbell se basaron en éstas investigaciones para su mítica novela gráfica «From Hell», en gran medida un tributo al joven autor fallecido. Esta novela fue llevada al cine por los hermanos Hughes, Albert y Allen, directores también de la conocida película postapocalíptica “El Libro de Eli”. Estas últimas obras acerca del misterioso Jack el Destripador acabaron por consolidar la imagen pop que tenemos en la actualidad del asesino y aquellos horribles crímenes jamás resueltos.
Anexo: Los sospechosos de los crímenes de Whitechapel.
Fuentes de las fotografías:
1.- www.historia.nationalgeographic.com.es
2.- www.abc.es
3.- www.dialogo-entre-masones.blogspot.com
4.- www.imdb.com
1 comentario en «Jack el Destripador: la historia detrás del mito del asesino en serie más conocido de la historia.»