Escucha nuestro podcast en “Días de Radio” (Candil Radio) – 16/06/2022
La Historia y el Mito se han unido en más de una ocasión. Son múltiples las vidas que, nutridas de lo real y lo fantástico, han cambiado para siempre el devenir de los acontecimientos. Pero, si hay un caso paradigmático, ese es el del unificador de Italia… Garibaldi.
¿De quién estamos hablando?
Giuseppe Garibaldi nació en Niza en 1807 y falleció en Caprera en 1882. Si algo define a nuestro protagonista de hoy es el nacionalismo italiano, pues fue la gasolina que alimentó el motor de este idealista que llevó siempre a buen término todo lo que, sinceramente, se planteaba. Pero claro: como siempre, pensar en un personaje histórico de forma aislada es un grandísimo error, y el “héroe de los dos mundos” también tuvo un pasado. ¡Y qué pasado…!
De familia marinera (él llegó a obtener el rango de capitán de buque mercante en el año 1832), formó parte de un motín republicano en Piamonte en la primera mitad de la década de los treinta del siglo XIX. Aquello fue un sonoro fracaso, lo que obligó a Giuseppe a un doloroso exilio, que, sin duda, fue de todo, menos infructuoso.
Garibaldi aprovechó tales tiempos para entrar en contacto con los textos del padre del nacionalismo italiano, Mazzini, y con los del socialista Henri de Saint-Simon (no olvidemos nunca en qué época estamos mientras hablamos: pleno siglo XIX, cuna del idealismo y prado del romanticismo).
Sudamérica.
Nuestro protagonista participó, como tantos otros grandes nombres de su época, en varios episodios históricos de un calado enorme. Hablamos en nuestro caso de hoy de una estancia en América del Sur entre los años 1836 y 1848. ¿Para qué? Pues para, influenciado por todo lo que había leído y estudiado, ponerse del lado de aquellos que luchaban por un mundo nuevo, libre, donde las sociedades tuviesen el derecho de elegir qué futuro querían para sí mismas. Si: Garibaldi es un héroe también de las independencias americanas.
Participó en multitud de batallas (como en la que apoyó a la flota uruguaya contra el dictador Juan Manuel de Rosas). Es en esta época donde nacen los famosos “camisas rojas”: durante una defensa de la siempre impresionante ciudad de Montevideo.
Garibaldi regresó a Europa en 1848, un año que es clave en la Historia del Liberalismo y las democracias: durante este año acontecieron las “primaveras de los pueblos” y, llamado el “año de las revoluciones”, acabó con la denominada Europa de la Ilustración para traer los modelos de estado que conocemos y que definen muy bien los historiadores que se dedican a lo decimonónico, y en los que no nos vamos a extender mucho más.
Pues en 1848 combatió en Lombardía contra los austriacos luchando por la unificación de Italia, pero sus ojos pronto se posaron sobre una Roma dominada hacía siglos por el Papado. Pío IX, quien consiguió influir para que franceses y napolitanos, ya en abril y mayo de 1849, atacaran a las tropas nacionalistas comandadas por quien fuese considerado en la época diputado republicano de la constituyente. Aunque fue una defensa épica, digna de Hollywood, se vio arrastrado en julio del mismo año a un segundo exilio de su tierra.
La “caída de Roma” y el “Risorgimiento”.
Todo cambia cuando Victor Manuel II (padre de Amadeo de Saboya, Rey de España) nombra primer ministro de Piamonte a Camillo Benso, Conde de Cavour. En un intento de maniobra política bastante arriesgado consideró que para alejar de Mazzini a Garibaldi lo mejor era devolverle a Italia. Pero, cuando se trata con figuras revolucionarias e históricas de ese nivel, hay que mantenerse muy cauto: tras darle el mando de las tropas piamontesas, Garibaldi comandó las tropas que vencieron a Como y Varese (año 1859), entrando en Brescia pocos días después.
Victor Manuel II auspició temerosamente un ataque desde el norte pacificado de la península italiana hacia los territorios papales, pero la autoridad moral de la Iglesia Católica pesó enormemente en el último momento, llevando a su retirada como monarca. Garibaldi se mantuvo fiel. Fidelidad que no se vio correspondida, ya que Victor Manuel II y Cavour comenzaron a ceder, temerosos, territorios a los países considerados hasta el momento “enemigos”, como Francia. Es ahí que Giuseppe decide actuar por su cuenta, conquistando el borbónico Reino de Nápoles. En la primera mitad del año 1860, con mil hombres, conquistó Sicilia, y meses después, Nápoles, cediéndolas a Victor Manuel II.
Aunque se proclamó el Reino de Italia, siendo Garibaldi uno de sus principales hacedores, se mantuvo alejado, ya que consideraba una ignominia que no contase con la soberanía de Roma, tan importante en la Historia y tan clave en el movimiento romántico europeo. Garibaldi acabó sus días luchando contra todo esto, que le parecía una total injusticia, siendo herido de gravedad en 1862 en Aspramonte. A partir de ahí presidió el CCUI (Comité Central Unitario Italiano), y ocupó un escaño en el parlamento de Italia, hasta que poco antes de su muerte se le asignó un estipendio de por vida por los servicios prestados a la patria.
Pero, ¿fue Giuseppe Garibaldi simplemente un héroe militar o un revolucionario idealista?
El héroe de los dos mundos.
A nadie se engaña si se dice que figuras como Garibaldi (o el propio Cagliostro, sobre el que hablamos la semana pasada) ejercieron sobre la masonería una influencia clarísima. Y si la de Cagliostro fue grande, la de Garibaldi lo fue aún más. Pero, ¿por qué?
En todo ese movimiento Romántico, que buscaba en Oriente una sabiduría perdida, de la que Occidente se había desconectado poco a poco, los ritos de la masonería egipcia tornaron en un recipiente de esoterismo donde tanto el ocultismo como el debate de las ideas liberales se daban la mano en el idealismo de construir todos los puentes que fuesen necesarios para una nueva sociedad, donde la Libertad y la Igualdad fuesen la razón de ser del individuo, para poder construir la Fraternidad entre todos los seres humanos, en la práctica de la que es denominada, no sin razón, la “religión de las buenas obras”.
Pues es a finales de 1881 que los denominados “Soberanos Santuarios” de Rumanía y EE.UU. deciden, junto a Memphis y Mizraim, conceder la categoría o grado de Gran Hierofante Mundial a nuestro protagonista de hoy. Es así como Garibaldi se convierte en una de las figuras más importantes de la masonería en uno de los siglos clave de la Historia de la misma.
Todo se hizo en un constante intercambio de reconocimientos, cediendo y dejando que el orgullo quedase a un lado para construir algo más grande: algo que diese cabida a la “nueva realidad” que pretendían construir desde la otra cara de la Ilustración, sin olvidar el gran papel que sus personajes desempeñaron.
Garibaldi y la masonería: la utopía de hacerlo posible.
Muchos dicen que garibaldi es mera propaganda, o que poco más hay que decir de él. Otros, como nosotros, afirmamos que, estando más o menos de acuerdo con las figuras históricas, hay que guardarles el debido respeto, y este es un caso más que paradigmático. Giuseppe no fue solo un “idealista” que propusiese locuras desde su despacho, sino que se embarcó, en ocasiones muy lejos, para poner en práctica aquello que creía necesario para el bien de la Humanidad.
Garibaldi, en quien la Iglesia Católica encarna muchos de sus miedos, condenando a muchos otros al hambre, la muerte civil, la cárcel o el fusilamiento en estados dictatoriales como España durante el nacional-catolicismo tomándole como ejemplo, es una pieza clave de la Historia no solo de Italia, sino de Europa, ya que fue uno de los pioneros en plantear unos “Estados Unidos de Europa” donde los hombres estuviesen unidos y donde la lucha por la Libertad del mundo fuese la única motivación.
Garibaldi fue, es y será una de las personalidades más auténticas e interesantes de la Humanidad. En La Estirpe del Lobo no nos cabe duda.
Fuentes de las fotografías:
1.- www.mihistoriauniversal.com
2.- www.bbc.com