El vampiro de Cali.

Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – 27/10/2022

A raíz de nuestro programa dedicado a Jack el Destripador, son muchos los amigos de la Estirpe del Lobo que han preguntado y mostrado su interés por éste y otros asesinos múltiples. Y es que la lista de éste tipo de criminales es larga y, en muchos casos, también anónima, pues son muchos los asesinos en serie que por desgracia han escapado de la justicia y continúan sin identificar.

En España tenemos el caso del Asesino del Barranco, que entre 1988 y 1996 violó y asesinó en Andalucía al menos a diez prostitutas, sin que la policía lograra nunca identificar y detener al culpable. Algo que no debe sorprender, pues a menudo, los asesinos en serie son personas en apariencia totalmente adaptadas a la sociedad, que jamás despertarían ninguna sospecha, y suelen ser también personas muy inteligentes y metódicas, que estudian sus crímenes con mucha antelación, analizando todos los pormenores y recreando crimen y cuartada en su mente durante meses y años antes de empezar a cometer sus horrendos actos asesinos. Por eso, en todos los países del mundo encontramos casos de asesinos en serie que nunca fueron identificados ni juzgados por sus crímenes. Casos muy conocidos son el Coleccionista de Huesos, en Nuevo México, que mató al menos a once personas entre 2001 y 2005; el Monstruo de Florencia, con 16 asesinatos de homosexuales y lesbianas entre 1968 y 1985; el asesino en serie de Long Island, en EE.UU., con una decena de crímenes cometidos entre 1996 y 2010; el Asesino de la Autopista; el Hachero de Nueva Orleans; o el Asesino del Zodíaco, que presumiblemente acabó con la vida de treinta y dos personas entre 1968 y 1974 en California. Éste último pertenece también al club de los asesinos epistolares, pues escribió varias cartas a los periódicos jactándose de sus asesinatos y burlándose de la policía.

Capítulo aparte merecen los feminicidios de Ciudad Juárez, donde desde 1993 han muerto más de trescientas mujeres, en su mayoría de escasos recursos económicos, sin que las autoridades parezcan muy interesadas en esclarecer lo sucedido. Aunque aquí, más que la acción de un asesino múltiple, que casi siempre actúan solos, es probable que exista algún tipo de comercio de la muerte en el que estén implicados grupos criminales organizados. Algunas teorías, de hecho apuntan a que las mujeres serían secuestradas para luego ser vendidas a sádicos que las torturarían por placer hasta la muerte. Una teoría tan horrenda que cuesta trabajo creer que pueda ser cierta.

Y es que la historia negra del género humano, la historia de sus crímenes y atrocidades, dan para reescribir diez veces la Enciclopedia Británica. Sirvan como ejemplo los monstruos con apariencia humana a los que hemos hecho referencia y conozcamos el caso de uno de los más increíbles y sinestros asesinos seriales de la historia, el Vampiro de Cali, también conocido como el Monstruo de los Mangones.

El modus operandi consistía en la inserción de agujas en el corazón o arterias mediante las cuales, con ayuda de unas jeringas, extraía la sangre de sus víctimas, en su mayoría adolescentes. El asesino además sometía previamente a sus víctimas a sádicas torturas y múltiples violaciones.

Se le atribuyen entre 30 y 38 asesinatos. La imprecisión del número se debe a que algunos cuerpos jamás fueron encontrados, dándose por hecho que la desaparición de aquellos niños y adolescentes pudo estar relacionada con las andanzas asesinas del Monstruo de los Mangones.

Actuó entre 1960 y 1970 en la ciudad de Cali, Colombia, ciudad que vivió aquellos años aterrorizada por la presencia en sus calles de aquel asesino, a quien nunca pudieron identificar y detener.

En al actualidad, el Monstruo de los Mangones o Vampiro de Cali forma parta de las leyendas que se cuentan en Cali, como la del demonio Buziraco, que se aparecía en forma de murciélago gigante durante la noche en un cerro en los que los adoradores de Satán bailaban a su alrededor al son de los tambores. Dicho cerro se conoce hoy en día como el de las Tres Cruces, las cuales se levantaron allí -y son de una altura considerable- para exorcizar el lugar en la década de los 80 del pasado siglo.

La historia también se llevó al cine con una película titulada «Pura sangre» (1982), obra de Luis Ospina, considerada por muchos como la primera película colombiana de terror con calidad y proyección internacional, que en cierta medida contribuyó a poner en marcha lo que luego se conoció como Caliwood.

Que nadie crea tampoco que el vampiro de Cali es un caso excepcional. Para nada: en la casuística criminal humana, no son pocos los casos en los que podemos hablar de algún tipo de vampirismo clínico. Es el caso del Vampiro de Düsseldorf, quizás el más conocido de todos; también tendríamos el caso del Vampiro de Hannover, que asesinó a principios del siglo XX a 27 adolescentes, seccionando la carótida con un mordisco para beber su sangre antes de ser descubierto en 1925, cuando fue juzgado y ejecutado mediante decapitación. En España encontramos a Enriqueta Martí, la vampiresa del Raval, a la que en alguna ocasión ya hemos mencionado en la Estirpe del Lobo. Y el último de los casos conocidos de vampirismo clínico lo encontramos en Escocia, donde un joven, Allan Menzies, se obsesionó tanto con el mito del vampiro y en especial las novelas de Anne Rice y su adaptación al cine, que llegó a asesinar a un amigo suyo por un comentario burlón sobre la actriz que interpretaba Akasha en “La Reina de los Condenados” (2002) asestándole 42 puñaladas, y destrozándole el cráneo a martillazos. Ni que decir tiene que se bebió su sangre y comió parte de su cerebro, convencido que así lograba convertirse en un auténtico vampiro. De hecho, durante el juicio, no se mostró arrepentido en ningún momento e insistía en haberse convertido en un vampiro inmortal. El juez dictó la sentencia en 2003 condenándole a cumplir al menos 18 años de prisión sin posibilidad de salir en libertad condicional. Apareció muerto en su celda el 15 de noviembre de 2004 por aparente suicidio.

El vampirismo clínico también referido en muchas ocasiones como síndrome de Renfield se caracteriza por la obsesión por la sangre y en concreto por ingerir compulsivamente la sangre de otros seres humanos. Se trata de una patología muy difícil de diagnosticar, pues en algunos casos se confunden en sus síntomas con otros trastornos psicóticos o esquizofrénicos, con casos de zoofagia, de autovampirismo e incluso con parafilias de carácter erótico.

Comentar al respecto, por último, que este vampirismo clínico no está relacionado con los mitos vampíricos, aunque en algunos casos si pueda existir conexión, es más probable que la imagen y leyenda del vampiro en el folklore tenga su origen no en enfermedades mentales sino en patologías como la porfiria, la rabia o el carbunco, todas ellas con síntomas que podrían confundirse perfectamente con el vampirismo.

 

Fuentes de las fotografías: 

1.- www.mundo-geo.es

2.- www.cinematecadebogota.gov.co

3.- www.lavanguardia.com

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