El Origen del Día del Orgullo LGTBI y el origen de la bandera arcoíris.

Para comprender el origen de esta celebración hay que remontarse a la década de los años 60, en EE.UU. una época en la que ser gay era mucho más difícil aún que ser negro. Como solía decirse en aquella época, si eras negro tenías toda la sociedad en tu contra, pero al menos te quedaba tu familia. Sin embargo, si eras homosexual, incluso tu familia solía darte la espalda.

En aquellos años “vivir en el armario” no era una opción, era la única opción si querías sobrevivir en un mundo en el que la policía realizaba constantes redadas para detener a los homosexuales, cuyos nombres eran después publicados en los periódicos para humillación y escarnio de los gais, lesbianas y bisexuales.

Muchos perdían su empleo y su familia sólo por la sospecha de ser homosexual. Y los delitos y abusos contra estas personas estaban tolerados socialmente. De hecho, en la década de los años 50 y 60 en EE.UU. “cazar maricones” era prácticamente un pasatiempo nacional.

La escala más baja de la sociedad la constituían las llamadas “ratas callejeras”. La mayoría jóvenes que habían sido echados de sus casas por ser homosexuales cuando aún apenas eran unos adolescentes.

En pocos sitios podían sobrevivir, salvo en las calles, malviviendo en edificios abandonados y en algunos moteles de mala muerte. Eran los “amanerados”, las “drag queen”, las “marichulos” y los “trabelos”. Jóvenes condenados a vivir al margen de la sociedad que frecuentaban el barrio de Greenwich Village, hoy un barrio gentrificado  en el lado oeste de Manhattan, en Nueva York, conocido por su cabalgada de Halloween, la mayor del mundo. Pero en esos años, era el barrio del sexo y la prostitución, en el que también comenzaban a asentarse muchos de los primeros inmigrantes latinos que llegaban a la Gran Manzana.

De los muchos tugurios oscuros, sucios y malolientes que adornaban Greenwich Village había uno que incluso resultaba marginal para los habituales del barrio: el Stonewall Inn,  situado en el  53 de Christopher Street.

El local había sido adquirido por la mafia hacía dos años, y lo gestionaba un tal “Tony el Gordo”, que pagaba unos 2.000 dólares al mes en sobornos a la policía para que lo dejarán abrir, pues carecía de licencia.

Servía alcohol adulterado y era atendido por una drag queen llamada Maggie Jiggs. Era uno de los pocos lugares en los que los gais eran bienvenidos. De hecho, en aquellos tiempos, a imitación de las “sentadas de los negros”, el ocupar los lugares reservados en aquellos años para los blancos para forzar que los quitaran a la fuerza, algunos homosexuales se atrevían a ir a establecimientos convencionales a pedir alguna consumición, que habitualmente les negaban. Motivo por el que solían denunciar al establecimiento, pero sin mucho éxito.

Con cierta regularidad, la policía acudía al establecimiento para realizar detenciones. Era casi una cuestión de rutina. Pero aquella noche, madrugada del 27 al 28 de junio de 1969, algo cambió.

Nadie sabe por qué. Algunos dicen que fue a imitación de las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos. Otros, que por el hastío de la guerra de Vietnam. O incluso, que fue como consecuencia que estaban despidiendo en una fiesta in memoriam en honor a Judy Garland, la protagonista del “El Mago de Oz” y auténtico mito gay femenino de la época. Aunque puede ser, que simplemente, el vaso se desbordó.

Aquella noche, los “maricones” salieron a la calle como les ordenó la policía, pero se negaron a entrar pacíficamente en el furgón que les aguardaba. Se dice que fue una lesbiana la primera en golpear. Otros dicen que fue una trans. Nadie sabe muy bien cómo pasó. Pero el caso es que pasó.

Los policías no podían dar crédito a lo que veían. Por primera vez, aquellos hombres y mujeres no dejaban que se abusara de ellos y se les golpeara y humillara. Esta vez, devolvían los golpes. ¡Y cómo los devolvieron! Los policías tuvieron que refugiarse dentro del local y cuatro de ellos salieron mal heridos.

Tuvieron que acudir más y más patrullas, y los antidisturbios. Pero aquellos pocos jóvenes que estaban disfrutando del pequeño bar, el único bar en el que les dejaban estar y ser ellos mismos, no estaban solos. Muchos otros se habían unido, incluidos muchos latinos.

La policía formó en línea, creyendo que aquellos “maricas” se asustarían. Estaban equivocados. Aquellos “maricas” eran el barrio. Y el barrio entero los rodeó y les hicieron huir mientras las transexuales y las drag queen bailaban mofándose de los policías.

Fue el inicio de varias jornadas de disturbios que conmocionaron a EE.UU. y dieron la vuelta al mundo. Salvo en España, donde la censura del homófobo y fascista régimen de Franco censuró la información.

Pero algo había cambiado en Nueva York y en el mundo. Unos días después, frente al Independence Hall, en la marcha organizada por Frank Kameny, una de las figuras más representativas de la lucha por los derechos de los no heterosexuales, decenas y decenas de neoyorquinos atestaban las calles. No sólo los “perdidos” de Greenwich Village, hombres y mujeres rotos a los que hasta sus familias les habían dado la espalda. También estaban muchos otros homosexuales que por primera vez en su vida se atrevían a reconocer, incluso ante sí mismos, quienes eran y que sentían. Y junto a ellos, la comunidad negra y latina, las feministas y los contrarios a la guerra del Vietnam.

Algo cambio. Pronto comenzaron a organizarse. Había que pensar, reflexionar y trazar estrategias. Ese fue el principio. Un 28 de junio de 1969, el día en el que aquellos a los que se les había quitado todo nos devolvieron a todos la dignidad y el coraje de luchar por la igualdad y la justicia.

Años más tarde, a finales de los 70, surgiría la famosa bandera del arcoíris. Creada en San Francisco por el artista y activista Gilbert Baker, y asociada, también, a una triste historia. Antes de esa fecha, los gais y lesbianas usaban el triángulo rosa como signo distintivo. El mismo triángulo que los nazis les obligaban a llevar. Sin embargo, según fueron creciendo los grupos en defensa de la libertad sexual, se consideró necesario buscar un nuevo símbolo que pudiera identificar a todos. Fue entonces cuando el activista Harvey Milk, que estaba preparando la marcha por el Día de la Libertad Gay, que se realizaría el 25 de junio de 1978 acudió a Gilbert Baker para que presentara una propuesta.

El diseño original tenía ocho colores: rosa, rojo, naranja, amarillo, verde, turquesa, azul y morado. Pero al principio, hay que decir que no gustó demasiado. Sin embargo, cuando Harvey fue asesinado el 27 de noviembre de aquel mismo año, la repulsa social ante aquel crimen homófobo fue tal –y no sólo entre la comunidad LGTBI –que se agotaron las existencias de telas rosas por la gran demanda de banderas que comenzaron a hondear por todas partes en señal de duelo y repulsa por el asesinato y la discriminación hacia los homosexuales.

Fue entonces cuando desapareció el color rosa, porque era imposible abastecer en aquel momento toda la demanda. Y cuando se instalaron en San Francisco, en prácticamente todas las farolas, se confundían con el color turquesa de los postes, así que este color también fue eliminado.

Quedó así configurada con los seis colores habituales. Sin embargo, en su origen, y de nuevo en muchas versiones modernas, son ocho los colores que la integran, cada uno con un significado, en el cual todos podemos identificarnos:

Eso es lo que significa realmente el Día del Orgullo LGTBI+. Eso es lo que significa la bandera arcoíris. No tienes que ser gay, ni lesbiana, ni transexual, ni bisexual o queer para comprenderla y defenderla. Basta con no ser imbécil. Con eso es suficiente.

Dedicado sin ningún cariño a todos aquellos que no quieren lucirla estos días. Léase UEFA, Ayuntamiento de Madrid y demás organizaciones dirigidas por cromañones.

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