El enigma Emilio Griffiths.

A caballo entre la historia y el mito, la figura de Emilio Griffiths aún es recordada entre susurros en La Línea y otras poblaciones de la comarca del Campo de Gibraltar. Un personaje oscuro, sanguinario y envuelto en el misterio.

 

Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» (Candil Radio) – (12/11/2020):

 

¿Quién era Emilio Griffiths?

A esta y a otras preguntas vamos a intentar dar respuesta en este artículo, aunque debemos advertir que sólo podemos plantear hipótesis, que quizás el tiempo acabe desmintiendo y aflore la verdad de uno de los personajes más siniestros de la Guerra Civil. Un burócrata que, al servicio de Queipo de Llano, organizó la represión franquista en la Comarca del Campo de Gibraltar, enviando al paredón de fusilamiento, al menos, a 411 personas. Aunque hay muchos que aseguran que fueron muchísimas más, responsabilizando directamente a Griffiths del fusilamiento de más de 2000 personas sólo en la población de La Línea. Unos fusilamientos que en la mayoría de las ocasiones apenas tuvieron nada que ver con la vinculación política de los ejecutados y sí con el ansia de adueñarse de sus propiedades.

Vaya por delante que no es nuestra intención entrar en ningún conflicto político. Buenos y malos los hubo en todos los bandos. En el bando de la república como en el nacional, encontramos héroes y villanos. En ambos frentes hubo hombres que lucharon por su país –da igual el bando en el que pelearan– con honor. Pero también hubo mucho villano. Es lo que ocurre en todas las guerras –más si son entre hermanos–, que junto a episodios de gran heroicidad, encontramos también ejemplos de lo peor de la naturaleza humana.

Escribimos, por tanto, este artículo, a petición de algunos de nuestros oyentes de la colaboración radiofónica que mantenemos en Días de Radio, de la emisora local Candil Radio, y porque la historia nos pertenece a todos, es el legado de nuestros antepasados, y por tanto, a todos nos corresponde el derecho –e incluso la obligación moral– de poner luz allí donde algunos quisieron correr un tupido velo.

Pero vayamos al grano: Emilio Griffiths nació en 1890, en Jerez de la Frontera, pero se educó con su abuela en Gibraltar, por lo que tenía la doble nacionalidad. Era al mismo tiempo británico y español. De joven, por su afición a los toros, se dedicó a organizar pequeños espectáculos de tauromaquia, pero muy pronto decidió dejar esa vida y marcharse a Madrid, donde entró a trabajar de policía en el Cuerpo de Vigilancia, una policía de paisano de la época. Aquel trabajo lo acabó compatibilizando con el de subdelegado veterinario y finalmente sirviendo en las caballerizas de Alfonso XIII.

Formalmente, esa compatibilidad de empleos estaba prohibida por las normas vigentes del Cuerpo de Vigilancia, pero la época fue una de las más corruptas en la historia de España, así que no es de extrañar este hecho. Además, cabe la posibilidad que sus segundos empleos fueran una tapadera para su trabajo de investigación. No olvidemos que el Cuerpo de Vigilancia, en la práctica, era un servicio secreto dedicado al espionaje político, cuyo principal cometido era la infiltración de lo movimientos políticos contrarios al sistema.

Esta hipótesis se refuerza al saber que Griffiths contribuyó a reventar desde dentro varias huelgas veterinarias, lo que hace plausible la idea de un agente infiltrado.

Con la llegada de la II República el 14 de abril de 1931 era de esperar que Emilio Griffiths cayera en desgracia, pero por razones que aún no se conocen, continuó en sus funciones dentro del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, investigando e identificando a elementos peligrosos desde el punto de vista social y político. Solo que esta vez, lo hizo para los gobiernos de la II República.

Cuando estalla la Guerra Civil, gran parte del Cuerpo de Vigilancia en Madrid fue purgado. 229 miembros de este cuerpo, el 30% del total, fueron liquidados por la República. Emilio Griffiths, probablemente, hubiese estado entre aquel grupo de no ser porque huyó –tampoco es posible saber quién alertó de lo que iba a pasar a Griffiths– a Cádiz y Gibraltar.

Una vez allí se unió a los sublevados y ascendió rápidamente[1], convirtiéndose en la mano derecha del general Queipo de Llano.

El puesto que le otorgó Queipo de Llano era uno de singular importancia, pues sobre él recaía la responsabilidad de otorgar los permisos para pasar de España a Gibraltar. Aquí conviene recordar que poco antes de la llegada de las tropas franquistas a la provincia de Cádiz, unos 10.000 republicanos lograron huir a Gibraltar para evitar ser represaliados. Para los demás, la puerta se cerró bajo pena de muerte para todo aquel que intentara cruzarla sin permiso. La obtención de un salvoconducto para Gibraltar, tanto para quienes querían huir de la guerra como para quienes trabajaban al otro lado de la verja, se convirtió en algo tan codiciado que se llegaron a pagar auténticas fortunas por uno de aquellos permisos.

Y es que el régimen que se instauró en ese momento en Cádiz, como en toda Andalucía, bajo el control de Queipo de Llano, muchos lo han denominado como una cleptocracia[2], donde la apropiación de las propiedades de los represaliados era uno de los motores de la acción política. Así, por ejemplo, al antiguo alcalde de San Roque, Antonio Galiardo, se le expropiaron 24 granjas. Como ocurrió con otros muchos sospechosos de ser comunistas, masones o ateos.

Las mujeres tampoco escapaban de esta represión. Al contrario, hay pruebas de las numerosas torturas, violaciones y humillaciones públicas que sufrieron. Era habitual que los falangistas llevaran a las mujeres al Centro Mercantil de La Línea, donde rapaban sus cabezas y después las hacían caminar semidesnudas para burlarse de ellas por la calle Real.

Estamos, pues, ante un modelo de gobierno en el que el robo, los saqueos y el abuso de poder eran prácticas habituales. El objetivo de aquellas apropiaciones era financiar el alzamiento nacional. Sin embargo, en la mayoría de las veces, el dinero que lograban iba en llenar los bolsillos de los golpistas, que se enriquecían ilegalmente, aprovechando la situación.

Un enriquecimiento ilícito que tenía en su epicentro a Emilio Griffiths, quien gestionaba con extraordinaria crueldad todo el aparato administrativo de Queipo de Llano en la comarca del Campo de Gibraltar. Una comarca condicionada históricamente por la presencia de la colonia de Gibraltar y en la que el contrabando con los gibraltareños se convirtió en un lucrativo negocio del que Griffiths conseguía siempre una suculenta mordida.

Queda por determinar si la corrupción que impulsó y gestionó Griffiths en la zona tenía la complicidad o no de su único superior, Queipo de Llano. O si por el contrario se hizo de espaldas a él. Para muchos historiadores, no cabe duda que Queipo de Llano era cómplice en estos negocios y se beneficiaba, mano a mano, junto a Griffiths, de la corrupción reinante. Sin embargo, no hay pruebas fehacientes de este hecho, y son muchos los historiadores también los que niegan estas acusaciones.

Este es uno de los grandes misterios de toda esta terrible situación, hasta qué punto fueron cómplices o supieron qué estaba haciendo Emilio Griffiths los mandos militares de la zona. Si lo supieron y miraron para otra parte, si participaron, o si nunca fueron conscientes realmente de los tejemanejes de su burócrata de confianza.

El caso adopta tintes aún más misteriosos cuando, desde Salamanca, en mayo de 1937, donde Franco había situado su cuartel general, llega la orden de detención contra Emilio Griffiths. Detención que llevó a cabo la propia guardia personal de Franco, con el objetivo de acabar con el contrabando en la zona.

Algunas fuentes e historiadores como, por ejemplo, Ricardo de la Cierva, aseguran que Emilio Griffiths era un espía inglés[3]. Condición que habría justificado su detención y fusilamiento. Sin embargo, otros creen que fue una manera de acabar con la corrupción que estaba creciendo en la región. Un aviso a navegantes, que podría incluir al propio Queipo de Llano, de parte del general Franco, que con aquellas detenciones[4] quiso mandar un recordatorio a todos bajo su mando.

¿Fue Griffths un espía? ¿Actuó sólo por su interés? ¿Fue la corrupción, el contrabando y la venta de salvoconductos lo que determinó su final? Preguntas que aún, por desgracia, no podemos responder taxativamente. Aún faltan muchas piezas del puzle. Un puzle terrible, que se fabricó con sangre. Al lector dejamos las conclusiones.

 

Notas al pie:

[1] En el rápido ascenso de Emilio Griffiths muchos han visto una vinculación anterior al alzamiento. Es decir, Griffiths habría trabajado en la sombra para los golpista mucho antes del golpe de estado contra la II República. De aquí la confianza que desde el principio le otorgó el general Queipo de Llano.

[2] De esta opinión, por ejemplo, es el profesor de historia de la University of Nottingham, Ruben Leitao Serem o de los conocidos hispanistas Hugh Thomas, Southworth y Paul Preston.

[3] No hay constancia ni confirmación por parte del Reino Unido de este particular.

[4] Junto a Emilio Griffiths fueron detenidos otros profesionales de la zona, que al parecer estuvieron dedicados al contrabando.

 

Para saber más:

Stockey, Gareth, Repression, Rivalry and Racketeering in the Creation of Franco´s Spain: The Curious Case of Emilio Griffiths,  en European History Quarterly. Se puede consultar por internet en https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0265691417742012

 

Fuentes de las fotografías:

www.elconfidencial.com

www.muyhistoria.es

www.congreso.es

www.lalineaenblancoynegro.blogspot.com

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