The castle is known for the eponymous "Treu-Weiber-Incident" on December 21, 1140, when, after the surrender of the besieged castle, the women saved their men from execution by rescuing them carried down the mountain on their backs. Illustration from 19th century.

Cuando las mujeres del Castillo de Weinsberg huyeron con sus maridos a hombros.

Escucha nuestro podcast en «Días de Radio» en Candil Candil Radio – 17/11/2022

Con frecuencia, se tiende a considerar que el peso de las campañas bélicas siempre recayó en los hombres. Sin embargo, la historia ofrece multitud de ejemplos de mujeres que demostraron su valor y capacidad militar. Desde Boudica a Juana de Arco, pasando por Rodoguna de Partia, la historia bélica nos deja multitud de ejemplos de la sobrada capacidad de la mujer para competir con cualquier hombre también en el campo del honor y las armas, llevando sobre sus hombros el peso de la lucha, algo que ocurrió -y prácticamente de manera literal- en el Castillo de Weinsberg durante las guerras entre güelfos y gibelinos, cuando, según narra la tradición, las mujeres abandonaron el castillo portando a hombros a sus maridos. ¿Qué hay de verdad y qué de leyenda en esta historia? En realidad, es muy posible que jamás podamos estar del todo seguros de lo que sucedió realmente, pero para que nuestros amigos de la Estirpe del Lobo se puedan hacer una idea de lo sucedido, necesitamos antes situar los hechos en su contexto, empezando por el castillo, del que ya sólo quedan unas pocas ruinas, y la población que lo acoge.

Weinsberg es una pequeña ciudad de apenas 12.000 habitantes ubicada en el valle del río Sulm, en la parte noreste del estado alemán de Baden-Wurtemberg. Muchos aficionados al misterio seguro que han oído hablar de éste lugar, pues el castillo, que más tarde se convertiría en prisión y campo de concentración nazi para oficiales británicos capturados durante la II Guerra Mundial, es uno de los lugares más encantados de Europa, donde han sucedido muchos presuntos fenómenos paranormales y que atrae a muchos turistas del misterio a ésta pequeña localidad cada año.

La zona ha estado poblada desde tiempos inmemoriales, como prueba la proximidad de un campo de túmulos de la cultura Hallstatt. Más tarde se asentarían grupos tribales celtas hasta la llegada de los romanos, que construyeron una villa con termas y una calzada. A partir del siglo VI, los francos irían lentamente desplazando a los alamanes hasta que el territorio acabó integrado dentro del imperio de Carlomagno.

El castillo en cuestión se construyó más tarde, en los albores del pasado milenio, hacia el año 1.000 de la era común, cuando surgió la necesidad de proteger la ruta entre Heilbronn y Schwäbisch Hall. El nombre de esta última población, que vivió su apogeo durante la dinastía de Hohenstaufen, también llamada Staufer, en la que destacan nombres como Federico I (1155), Enrique VI (1191) y Federico II (1220), que ascendieron al trono imperial y también reinaron sobre parte de Italia y Borgoña. El nombre proviene del celta y significa salmuera o sal, de vital importancia en la época, lo que nos da una idea del valor estratégico que acabaría adquiriendo el castillo de Weinsberg.

Como hemos dicho, el castillo actualmente se encuentra en ruinas, tras ser destruido por los bombardeos aliados durante la II Guerra Mundial, cuando los nazis lo convirtieron en prisión primero y centro de mando militar después. Tras aquellos episodios, el castillo jamás volvió a ser reconstruido y de no ser por los sucesos paranormales que se han registrado en él y sus inmediaciones, es posible que se hubiese olvidado. No obstante, hacía tiempo que el enclave había perdido mucho de su antiguo esplendor.

No era así, sin embargo, en la época del conflicto entre güelfos y gibelinos, latinización de los términos germanos Welfen y Waibinglen. Para entender éste conflicto hay que remontarse al año 1154, cuando Federico Barbarroja, titular del Sacro Imperio Romano Germánico, decidió incorporar los territorios italianos a su imperio considerando que sus derechos terrenos eran tan legítimos como los derechos espirituales que esgrimía la Santa Sede. Güelfos y gibelinos pasaron a denominar facciones políticas enfrentadas; partidarias una del Sacro Imperio Germánico (los gibelinos) y otras de la Santa Sede (los güelfos).

Las inquinas entre estos dos grupos fueron constantes, violentas y duraron siglos. Una de las razones fue el uso por parte de los güelfos de toda artimaña posible con tal de desestabilizar la región, incluso financiando –con la aquiescencia e incluso la financiación del Vaticano– de todo tipo de fechorías y disturbios para generar la anarquía en los territorios italianos anexionados al Sacro Imperio. El odio entre estas facciones era tal que incluso estalló una guerra en el siglo XIV por el supuesto robo de un cubo de agua. Y es que cualquier excusa era buena para matarse unos a otros. Tal era la antipatía que sentían entre ellos.

Ésta rivalidad ya existía de tiempo, como consecuencia de las rivalidades sucesorias que existían y se desencadenaron, sobre todo, a la muerte del emperador Enrique V en 1125, cuando estalló un problema sucesorio que enfrentó a dos candidatos a la sucesión: Lotario II y Conrado III, provocando una cruel guerra que acabó en 1135 con la victoria de Lotario II, cuyo reinado fue efímero pues murió dos años después.

A Lotario II debió sucederle, por voluntad y legado del monarca, que lo había nombrado su único sucesor, Enrique “el orgulloso”, pero los príncipes electores no estaban por la labor y eligieron por su cuenta a Conrado, inaugurando la dinastía Hohenstaufen (a la que hemos aludido ya).

Los güelfos se atrincheraron en el castillo Weinsberg, desafiando la autoridad de Conrado, que acabó enviando las tropas imperiales a sitiar el castillo en 1140.

El sitio fue terrible, privando al castillo de acceso a agua y alimentos e incluso amenazando con incendiar el monte sobre el que se levantaba la fortaleza, no quedó a los defensores otra opción que rendirse y apelar a la benevolencia de Conrado III, quien permitió que salieran las mujeres y los niños, a quienes se les permitiría llevarse aquello que pudieran portar, pero sin ayuda de animales de ningún tipo. Al fin de cuentas, ellas no eran combatientes.

La sorpresa vino cuando, a la mañana siguiente, las mujeres salieron del casillo llevando sobre sus hombros a sus maridos, padres y hermanos.

Conrado supo encajar la astucia con deportividad y permitió que se marcharan todos. El castillo, desde entonces, se conoce como Weibertreu, que significa “Fe de la mujer”.

Conrado III continuó en el poder hasta su muerte en 1152, sucediéndole su sobrino, Federico I Barbarroja.

Y ahora, la gran pregunta: ¿ocurrieron realmente estos hechos tal y como narra la leyenda? Posiblemente no. Es probable que se tratara de una leyenda negra forjada con ánimo de ridiculizar a los güelfos. De hecho, no es la única leyenda similar que circulaba por el Sacro Imperio Romano Germánico. En el castillo de Gelsterburg, situado en el estado de Hesse, se cuenta que la mujer del señor solicitó misericordia a las tropas que lo sitiaban y le concedieron salir con cuanto pudiera llevar en el delantal. Ella se puso una sábana a la cintura y metió dentro a su marido con quien salió del castillo. Una roca marca el sitio exacto hasta donde llegó con su carga.

No obstante, que en la actualidad nos genere muchas dudas este acontecimiento, al menos tal y como nos lo han contado, no significa que no llegara a ser tenido por cierto por sus contemporáneos y las generaciones posteriores. De hecho, las referencias a esta leyenda, tanto en la historia de la región como en el arte, son frecuentes, como demuestra el grabado del siglo XVI, obra de Zacharias Dolendo, que muestra el momento de huida de las mujeres con sus maridos sobre sus hombros. Según la crónica latina «Chronica regia Coloniensis», de 1170:

“El año de nuestro Señor 1140. El rey [Conrado] sitió la ciudad del duque Welf de Baviera, que se llamaba Weinsberg, y aceptó su rendición, habiendo concedido con magnanimidad real permiso a las esposas y otras mujeres allí encontradas para que pudieran tomar con ellos lo que pudieran llevar sobre sus hombros. Pensando tanto en la lealtad a sus maridos como en la seguridad de los demás, se desprendieron de sus enseres domésticos y bajaron cargando a los hombres sobre sus hombros. Cuando el duque Federico dijo que tales cosas no deberían suceder, el rey, mostrando favor a la astucia de las mujeres, dijo que no sería apropiado cambiar su palabra real”.

 

Para saber más:

· Sobre el castillo y el pueblo de Weinsberg: www.weinsberg.de

· Sobre el conflicto de güelfos y gibelinos.

   – www.historiageneral.com

   – www.elbibliote.com

· Sobre la leyenda

   – www.dmgh.de

   – www.labrujulaverde.com

 

Fuentes de las fotografías:

1.- www.istockphoto.com

2.- www.viajandodeincognito.com

3.- www.biografiasyvidas.com

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