Adelfopoiesis, el matrimonio “homosexual” que trae de cabeza a los ultracatólicos.

La adelfopoiesis, conocida también como fraternitas iurata y ordo ad fratres faciendum era una institución jurídica y ceremonia religiosa que “hermanaba” a dos personas del mismo sexo. Se podía realizar tanto entre hombres como entre mujeres, pero era más habitual entre los varones.

Este rito de hermanamiento, que fue muy popular en la Edad Media y la Edad Moderna es fuente de mucha controversia. Para cierto grupo de historiadores, encabezados por John Boswell (1947-1994), se trataba de una unión entre homosexuales tolerada dentro del cristianismo e incluso por la Iglesia Católica. Sin embargo, gran parte de los académicos rechazan esta idea y consideran que no tiene sentido hablar de uniones homosexuales en la Edad Media, en cuyas leyes se penalizaba las conductas “anti-natura”. Intentemos analizar brevemente la cuestión:

En la antigüedad las conductas sexuales no heteronormativas estaban toleradas e incluso aparecen narradas en muchos de sus mitos. Abundan los relatos de Dioses que mantuvieron relaciones sexuales y afectivas con individuos de su mismo sexo, lo que implica una aceptación natural a conductas homosexuales y bisexuales. Sin embargo, esto cambia con Roma. La Ley Scantinia, promulgada en el siglo II a.e.c., en plena República, prohibía la homosexualidad, llegando incluso a condenar a muerte a los varones libres que se entregaran a estas prácticas sexuales. La razón, quizás no esté en ningún prejuicio sexual, sino más bien, en la rivalidad con Grecia. En realidad, los romanos condenaron la homosexualidad porque la consideraban una práctica helena, una conducta griega desviada. Fue más una cuestión política y nacionalista que de tipo moral. Por eso, muy pronto, en la primera mitad del Imperio, la homosexualidad volvió a ser habitual y pública. Basta con leer a Suetonio, quien en su “Las vidas de doce Césares”, once de ellos, incluido Julio César, mantenían relaciones sexuales y afectivas con otros hombres. Sabemos también, que otros emperadores posteriores, como Trajano, también tuvieron amantes de su mismo sexo.

El matrimonio entre hombres en el Imperio Romano era legal e incluso algunos emperadores se casaron con hombres. El caso más conocido es el de Nerón, que llegó a contraer matrimonio con tres hombres.

Con el declinar del Imperio y el auge del cristianismo, la homosexualidad comenzó a verse cada vez peor, como una perversión pecaminosa, tanto desde el punto de vista espiritual como social. Paso de estar plenamente aceptada en la sociedad a considerarla nociva para el individuo y la sociedad. Así, hacia finales del siglo IV, en el 390 a.e.c., el emperador Teodosio I la prohibió bajo pena de muerte.

La Edad Media hereda esta prohibición, como hereda todo el Derecho Romano, e influida por el catolicismo se vuelve hostil hacia lo que se considera una conducta desviada y antinatural. Sin embargo, el grado de hostilidad variaba mucho de unas regiones a otras y dependía también del estatus social del “desviado”. Por ejemplo, las clases altas en la Edad Moderna eran mucho más tolerantes a estas prácticas que el vulgo. La razón era sencilla: la Iglesia se encarnizaba con los pobres, mientras miraba para otro lado en lo que a los nobles y poderosos se trataba. Es más, la Iglesia incluso hacía negocio con el pecado de los ricos, a quienes podía vender indulgencias y bulas, cosa que los pobres –obviamente– no podían pagar.

Y es en este contexto en el que debemos comprender el auge de estas ceremonias, cuyo rito no parece dejar lugar a dudas:

 “1 Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. 

2 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. 

3 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.

4 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, 5 no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, 6 no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 7 El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

8 El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; 

9 porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. 

10 Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. 

11 Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, 

12 pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. 

13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor”.

Primera carta a los Corintios de San Pablo, conocida como el Discurso del Amor, que también se lee en las bodas católicas.

Durante la ceremonia también se “bebía de la misma copa” o intercambiaban besos. Y se rezaba:

“Dios todopoderoso, que fuiste antes que el tiempo y serás por todos los tiempos, que se rebajó a visitar a los hombres a través del seno de la Madre de Dios y Virgen María, envía a tu santo ángel a estos tus servidores [nombre del de mayor edad] y [nombre del más joven], que se amen el uno al otro, así como tus santos apóstoles Pedro y Pablo se amaban, y Andrés y Jacobo, Juan y Tomás, Jacobo, Felipe, Mateo, Bartolomé, Simón, Tadeo, Matías y los santos mártires Sergio y Baco, así como Cosme y Damián, no por amor carnal, sino por la fe y el amor del Espíritu Santo, que todos los días de su vida permanezcan en el amor. Por Jesucristo, nuestro señor. Amén”

En la expresión “amor carnal” reside toda la crítica hacia la cuestión de si eran o no celebraciones “gay”. Parecen querer olvidar que la Iglesia Católica y en general el cristianismo condena el “amor carnal”, expresión que se usa como sinónimo de sexo.

Existen pocas fuentes históricas respecto a estas uniones. En España tenemos una de las más antiguas, en Galicia, donde no cabe duda que aquellos “hermanos” vivieron como hombre y mujer toda su vida. La forma más habitual de constatarla es por las tumbas. A los “hermanos” se les enterraba juntos, igual que ocurría con el marido y la mujer. En algunas inscripciones se pueden leer frases como

                            “el amor los unió en la vida. Que la tierra los una en la muerte”.

Pero entre las fuentes escritas encontramos una muy singular:

“Cuando el hijo del rey lo vio, sintió tanto amor que realizó un hermanamiento con él y se decidió resolutamente ante todos los mortales a entrelazar una liga indisoluble de amor con él”.

Esta referencia narra el primer encuentro de Eduardo II de Inglaterra y Piers Gaveston, quien fue amante del rey.

Cada uno que saque sus propias conclusiones, pero si en el rito se leen textos sagrados que también se leen en las bodas, los reyes lo usaban para “hermanarse” con sus amantes y en las lápidas de las tumbas en las que eran enterrados juntos se leía “el amor que los unió en vida…”. Blanco y en botella.

¿Y por qué era tan importante hermanarse?

En realidad era más una cuestión jurídica que romántica. El hermanamiento servía de elemento de seguridad: si uno de los hermanos moría, el otro estaba obligado a apoyar la familia de su hermano de sangre con los medios que tuviera disponibles. Similar era la institución de la compaternitas, que es el origen del “padrino”. Se trataba de una suerte de relación de vasallaje entre iguales. El vasallaje normalmente es vertical, un noble de menor rango o poder es vasallo de otro de mayor rango y poder. Pero ocasionalmente, entre hombres del mismo rango se establecían estas “obligaciones de hermandad”. Por este motivo, la institución de la adelfopoiesis no era una institución romántica ni se circunscribía a las relaciones homo-eróticas. Pero tampoco el matrimonio era una institución romántica en aquella época, era un negocio jurídico donde la mayoría de los matrimonios se concertaban por cuestiones económicas, de influencia política e incluso para garantizar la seguridad de la familia.

En este punto debemos recordar dos cosas: la primera es que términos como homosexualidad o bisexualidad no existían en aquella época, son conceptos modernos. La mayor parte de las conductas se han considerado siempre bisexuales, porque con frecuencia los casos documentados de homosexualidad eran practicados por hombres que estaban casados con mujeres. Sin embargo, a veces se olvida que los matrimonios respondían muchas veces a conveniencias políticas y económicas y tenían como objetivo la procreación, la perpetuación del linaje. Por lo que es fácil caer en el error del presentismo histórico, de juzgar el pasado con los ojos y el pensamiento del presente.

En segundo lugar, que el amor romántico, tal y como hoy se conoce, surge del amor cortés en Occitania hacia el siglo XIII. En pasado, en especial en la época clásica, tenía un significado diferente. El amor era algo inferior a la amistad. El sentimiento más noble y apreciado era la amistad, no el amor. Una amistad que estaba por encima del amor e incluso la familia de sangre. El hermanamiento venía a consagrar esta unión de amigos.

La amistad, por supuesto, podía o no tener momento eróticos, pero se consideraba que era mejor que no existiera atracción sexual o que esta no tuviera en realidad ningún protagonismo en la relación, porque así la amistad poseía un carácter más espiritual, más elevado.

Hoy en día ocurre justo lo contrario. Decimos cosas como “sólo somos amigos”, para indicar que no estamos interesados sexual ni afectivamente en alguien. Pero en el contexto grecorromano ser sólo amigos era la aspiración máxima de una persona. El sexo se podía tener con cualquiera, pero la conexión de la amistad era mucho más difícil. Esta idea se prolongó durante la Edad Media y parte de la Edad Moderna, aunque ya sin la libertad sexual en la que había nacido. La adelfopoiesis era la consolidación jurídica de este tipo de relaciones. De aquí su importancia.

 

Fuentes de las fotografías:

1.- www.wikipedia.org

2.- www.historia.nationalgeographic.com.es

3.- www.biografiasyvidas.com

4.- www.psicologiaymente.com

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